Si el Jefe de Estado de un país intermedia directamente en el tráfico de armas, es que su moralidad pública ha caído por los suelos. Si es habitual que se mezcle con todo tipo de negocios, públicos y privados, a pesar de su sueldo público (propio, de sus familiares y de sus lacayos) es que ha dejado de ejercer su función con dignidad. Si los integrantes de la Casa Real poseen cuentas en Suiza, es que no creen en la solvencia de la banca española ni en el futuro económico de su propio país. Si Washington o Londres son sus estancias más habituales, suyas y de sus familiares más allegados, es que se preparan un exilio dorado si se produjeran esas fatales circunstancias para ellos. Y es ingenuo pensar que la realidad de la realeza española está oculta a los ojos del mundo en la época de Internet y de la transparencia internacional. No hay peor ciego que el que no quiere ver, dice un viejo aforismo español, y hoy son los españoles los que se empecinan en engañarse a sí mismos.
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