La Síntesis Anarquista x Sébastien Faure

Las tres corrientes anarquistas

En Francia, como en la mayor parte de los países, se distinguen tres grandes corrientes anarquistas, que se pueden designar del modo siguiente:
– el anarcosindicalismo
– el comunismo libertario
– el individualismo anarquista
Era natural y fatal que, llegados a un cierto desarrollo, una idea tan amplia como el anarquismo condujera a esa triple manifestación de vida.

Un movimiento filosófico y social, es decir, de idea y de acción, que se propone hacer tabla rasa de todas las instituciones autoritarias, debía necesariamente dar lugar a esas distinciones que determinan obligatoriamente la variedad de situaciones, de medios y de temperamentos, la diversidad de fuentes de las que beben las innumerables formaciones individuales y la prodigiosa multiplicidad de acontecimientos.

Anarcosindicalismo, comunismo libertario e individualismo anarquista, estas tres corrientes existen y nada ni nadie pueden impedirlo. Cada una de ellas representa una fuerza que no es posible ni deseable derribar. Para convencerse, basta con situarse en el corazón mismo del gigantesco esfuerzo por terminar de arruinar el principio de autoridad. Así, se tiene conciencia del papel indispensable que, en el combate que hay que librar, desempeña cada una de esas tres corrientes.

Las tres corrientes son distintas, pero no opuestas

Ahora tengo tres cuestiones que plantear:

La primera va de los anarcosindicalistas a los comunistas libertarios y a los individualistas anarquistas.
La segunda va de los comunistas libertarios a los anarcosindicalistas y los individualistas anarquistas.
La tercera va de los individualistas anarquistas a los anarcosindicalistas y los comunistas libertarios.

He aquí la primera:

“Considerado como movimiento social y acción popular, el anarquismo, cuando se enfrente a la hora en que, inevitablemente, librará con el mundo capitalista y autoritario el asalto decisivo que expresamos con estas palabras, Revolución Social, ¿puede prescindir de la participación de las masas que agrupan en su seno, en el terreno del trabajo, a las organizaciones sindicales?

Creo que sería una locura esperar la victoria sin la participación en la conmoción liberadora -participación activa, eficaz, brutal y persistente- de esas masas trabajadoras, más interesadas en bloque que nadie en la transformación social.

No digo ni pienso que, en previsión de la necesaria colaboración, en período de fermentación y de acción revolucionarias, de las fuerzas sindicalistas y las fuerzas anarquistas, las unas y las otras deberán unirse a partir de ahora, asociarse, confundirse, formar un todo homogéneo y compacto. Pero pienso y digo, como mi viejo amigo Malatesta:

Los anarquistas deben reconocer la utilidad e importancia del movimiento sindical, deben favorecer su desarrollo y constituir una de las palancas de su acción, esforzándose por conseguir la cooperación del sindicalismo y de las otras fuerzas del progreso con una revolución social que comporta la supresión de las clases, la libertad total, la igualdad, la paz y la solidaridad entre todos los seres humanos. Pero sería una ilusión funesta creer, como muchos creen, que el movimiento obrero llevará de por sí, en virtud de su propia naturaleza, a una revolución. Al contrario: en todos los movimientos fundados sobre intereses materiales e inmediatos (y no se puede establecer sobre otros fundamentos un amplio movimiento obrero) es necesario el fermento, el empujón, la obra concertada de hombres e ideas que combatan y se sacrifiquen por un ideal venidero. Sin esa palanca, todo movimiento tiende a condiciones mejores. A menudo, las nuevas clases privilegiadas se adaptan fatalmente a las circunstancias, engendran el espíritu conservador, el temor a los cambios entre quienes han conseguido mejores condiciones; a menudo se crean nuevas clases privilegiadas que se esfuerzan por apoyar y hacer consolidar el estado de cosas que habría que derribar.

De ahí la necesidad urgente de organizaciones propiamente anarquistas que, tanto desde dentro como desde fuera de los sindicatos, luchen por la realización total del anarquismo y traten de esterilizar todos los gérmenes de corrupción y de reacción.

Ya lo vemos: no se trata ya de ligar orgánicamente el movimiento anarquista al movimiento sindicalista; no es cuestión de actuar, tanto desde dentro como desde fuera de los sindicatos, en pro de la realización total del ideal anarquista.

Y yo pregunto a los comunistas libertarios y a los individualistas anarquistas ¿qué razones de principio o de hecho, razones esenciales, pueden oponer a un anarcosindicalismo así concebido y practicado?

Esta es la segunda cuestión:

“Enemigo irreductible de la explotación del hombre por el hombre, engendrada por el régimen capitalista, y de la dominación del hombre sobre el hombre, propiciados por el Estado, ¿puede el anarquismo concebir la supresión efectiva y total de la primera sin la supresión del régimen capitalista y la puesta en común (el comunismo libertario) de los medios de producción, de transporte y de intercambio? ¿Y puede concebir la abolición total de la segunda sin la abolición definitiva del Estado y de todas las instituciones que de él se desprenden?”

Y pregunto a los anarcosindicalistas y a los individualistas anarquistas cuáles son las razones de principio o de hecho, razones fundamentales, que pueden oponer a un comunismo libertario así concebido y practicado.

Esta es la tercera cuestión:

“El anarquismo, al ser, por una parte, la expresión más alta y más pura de la reacción del individuo contra la opresión política, económica y moral que hacen pesar sobre él todas las instituciones autoritarias y, por otra parte, la afirmación más firme y precisa del derecho de todo individuo a su desarrollo integral por la satisfacción de sus necesidades en todos los terrenos, ¿puede concebir la realización efectiva y total de esta reacción y de esta afirmación por un medio mejor que el de una cultura individual creada en lo posible en el seno de una transformación social, quebrando todos los engranajes de represión?”

Y yo pregunto a los anarcosindicalistas y a los comunistas libertarios cuáles son las razones de principio o de hecho, razones fundamentales, que pueden oponer a un individualismo anarquista así concebido y practicado. Esas tres corrientes están llamadas a combinarse.

La síntesis anarquista

De todo lo que precede y, especialmente, de las tres cuestiones anteriores, resulta que:

1. Esas tres corrientes -anarcosindicalismo, comunismo libertario e individualismo anarquista- corrientes distintas, pero no contradictorias, no tienen nada que las haga irreconciliables, nada que las haga oponerse sustancialmente, nada que proclame su incompatibilidad, nada que les impida vivir en buena inteligencia, concertarse para una propaganda y una acción comunes.

2. La existencia de esas tres corrientes no solamente no sabría, de ninguna manera ni en ningún grado, perjudicar al anarquismo, movimiento filosófico y social planteado, como conviene, en todo su esplendor, sino que además puede y, lógicamente debe, contribuir a la fuerza de conjunto del anarquismo.

3. Cada una de esas corrientes tiene su lugar señalado, su papel, su misión en el seno del movimiento social ancho y profundo que, bajo el nombre de “anarquismo”, tiene por objeto la instauración de un medio social que asegure a todos y a cada uno el máximo de bienestar y de libertad.

4. En esas condiciones, el anarquismo puede asimilarse a lo que, en química, se llama un cuerpo compuesto, es decir, un cuerpo formado por la combinación de varios elementos. Ese cuerpo compuesto está constituido por la combinación de esos tres elementos: el anarcosindicalismo, el comunismo libertario y el individualismo anarquista. Su fórmula química podría ser S.2, C.2, I.2. Según los acontecimientos, los medios, las múltiples fuentes de las que se nutren las corrientes que componen el anarquismo, la dosis de esos tres elementos variará. Analizándolo, la experimentación revela esas dosis; en la síntesis, el cuerpo compuesto se reforma. La fórmula puede alcanzar proporciones variables, local, regional, nacional o internacionalmente. Pero siempre esos tres elementos -anarcosindicalista, comunista libertario e individualista anarquista- están hechos para combinarse y constituir lo que yo llamo la “síntesis anarquista”.

¿Cómo es posible que la existencia de esas tres corrientes haya debilitado el movimiento anarquista?

Llegada mi demostración a este punto, hay que preguntarse cómo puede ser que, en estos últimos años sobre todo, en Francia especialmente, la existencia de esos tres elementos anarquistas, lejos de haber fortalecido el movimiento libertario, haya tenido por resultado su debilitación.

Y este problema, planteado en términos claros, tiene que ser estudiado y resuelto de manera igualmente límpida. La respuesta es fácil, pero exige por parte de todos una gran lealtad.

Yo digo que no es la existencia de esos tres elementos -anarcosindicalismo, comunismo libertario y anarquismo individualista- la que ha causado la debilidad o, más exactamente, el debilitamiento relativo del pensamiento y de la acción anarquistas, sino únicamente la posición que han tomado unos y otros en relación a los demás: posición de guerra abierta, encarnizada, implacable.

Cada fracción, en el curso de esos nefastos enfrentamientos, ha desplegado la misma mala voluntad. Cada una se las ha ingeniado para desnaturalizar las tesis de las otras dos, para ridiculizar sus afirmaciones y negaciones, para hinchar o atenuar las líneas esenciales hasta hacer de ellas una caricatura odiosa. Cada tendencia ha dirigido contra las otras las maniobras más pérfidas y se ha servido de las armas más mortíferas.

Si, a falta de un acuerdo entre ellas, al menos se hubieran puesto a guerrear con menos rabia las unas contra las otras, si la actividad consumida en luchar se hubiera destinado a batallar, aunque fuera por separado, contra el enemigo común, el movimiento anarquista de este país habría adquirido, con el favor de las circunstancias, una amplitud considerable, una fuerza sorprendente.

Pero la guerra intestina, de tendencia contra tendencia, a menudo incluso de personalidad contra personalidad, lo ha envenenado todo, lo ha corrompido, viciado, esterilizado; incluso las campañas, que habría debido agrupar en torno a nuestros ideales los corazones y conciencias desprovistos de libertad y de justicia que son, en los medios populares sobre todo, mucho menos raros de lo que se desearía.

Cada corriente ha escupido, baboseado y vomitado sobre sus corrientes vecinas, con el fin de ensuciarlas y hacer creer que la única limpia era la suya.

Y, ante ese lamentable espectáculo de divisiones y actuaciones odiosas, que suscitaban de una parte a otra nuestros grupos, tanto unos como otros se han vaciado de lo mejor de su contenido y sus fuerzas se han agotado unas contra otras en lugar de unirse en la batalla que hay que librar contra el enemigo común: el principio de la autoridad. Esa es la única verdad.

El mal y el remedio

El mal es grande: puede, y debe, ser sólo pasajero, y el remedio está a nuestro alcance. Quienes hayan leído atentamente y sin tomar partido las líneas precedentes lo adivinarán sin esfuerzo: el remedio consiste en penetrarse de la idea de la síntesis anarquista y aplicarla cuanto antes y lo mejor posible.

¿De qué sufre el movimiento anarquista? De la guerra que han mantenido los tres elementos que lo componen. Si por su origen, carácter, métodos de propaganda, organización y acción, estos elementos se ven condenados a enfrentarse, la solución que propongo no sirve para nada; sería inaplicable; sería inoperante; abstengámonos de emplearla y busquemos otra.

Si, por el contrario, la oposición no existe y, con más razón, si los elementos -anarcosindicalista, comunista libertario e individualista anarquista- están hechos para combinarse y formar una especie de síntesis anarquista, habrá que intentar su realización, y no mañana sino hoy.

No he descubierto ni propongo nada nuevo: Luigi Fabbri y otros compañeros rusos (Volin, Flechin, Mollie Steimer) con los que he charlado mucho estos días, me han confirmado que este intento de realización se ha llevado a cabo en Italia, en el seno de la Unión Anarquista Italiana, y en Ucrania, en el seno de Nabat, y que esas dos tentativas han dado los mejores resultados, que solas han roto el triunfo del fascismo en Italia y la victoria del bolchevismo en Ucrania.

En Francia existen, como un poco por todas partes, numerosos grupos que ya han aplicado y aplican corrientemente los datos de la síntesis anarquista (no voy a citar ninguno para no omitir alguno), grupos en los que los anarcosindicalistas, comunistas libertarios e individualistas anarquistas trabajan en armonía, y estos grupos no son los menos numerosos ni los menos activos.

Estos hechos (y podría citar otros) demuestran que la aplicación de la síntesis es posible. No digo ni pienso que pueda hacerse sin lentitud ni dificultades. Como todo lo nuevo, chocará con la incomprensión, la resistencia e incluso la hostilidad. Si hay que mantenerse impasible, nos mantendremos; si hay que resistir a las críticas y a las malas intenciones, resistiremos. Somos conscientes de que la solución está ahí y estamos seguros de que, tarde o temprano, los anarquistas llegarán. Por eso no nos dejamos desanimar.

Lo que, en circunstancias memorables, se ha hecho en Italia, en España o en Ucrania, lo que se ha hecho en varias localidades de Francia, podrá hacerse y, bajo el empuje de los acontecimientos, se hará en todo el país.

 

 

 

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