Desde la Cárcel de Alta Seguridad, Marcelo Villarroel -un ex lautarista formalizado por el asalto al banco Security en que murió el cabo de Carabineros Luis Moyano, en octubre de 2007- aceptó contestar parte de un largo cuestionario que le mandamos hace algunas semanas. Villarroel, que ya estuvo preso en el mismo lugar en los 90, formó parte del colectivo Kamina Libre, que hoy es sindicado por el fiscal Alejandro Peña como uno de los orígenes del “Caso Bombas”. Acá, con la incomodidad de responder un cuestionario, explica qué es ser anarquista y cómo fue su evolución ideológica.
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¿Cómo describiría el momento que se vive?
El momento presente es de una altísima impunidad e inmunidad para con el axionar avasallador de todo el entramado jurídico-político-policial-penitenciario dispuesto desde el Estado para encarcelar, hostigar e inculpar a cualquier costo a todas y todos los individuos con clara tendencia anticapitalista, con innegables historias de lucha, en función de resolver lo que desde el Poder han definido como “el caso Bombas”. Hoy podemos esperar cualquier cosa, ya que después de encerrar a 14 personas a quienes se les inculpa de constituir una “asociación ilícita terrorista” con una infinidad de pruebas fabricadas por la policía, es altamente probable que esta ofensiva del Estado continúe, teniendo en cuenta que al Gobierno lo que le interesa es resolver policialmente un tema que redunda en aspectos mucho más profundos como que la actividad subversiva anticapitalista está fundada en la decisión cotidiana de muchas individualidades ke se rebelan de su condición de esclavos asalariados para convertirse en seres humanos ke se levantan para intentar ser libres y por ello por más detenciones que hayan, por más represión creciente, los ataques sostenidos a la Paz Social de los Ricos, a todas las expresiones del Capital, van a continuar.
¿Qué es ser anarquista?
Entiendo y respeto a quienes, reivindicándose anarkistas hoy, transitan el Kamino de la ilegalidad haciendo de sus vidas un eterno combate contra el Poder. Hoy es imposible plantearse un Anarquismo integrado desde la academia, desde la intelectualidad, desde lo que muchos definen como un Espacio de Organización Social, negando la histórica y vigente dimensión subversiva de dicha manera de ver y entender el mundo. Quienes adueñándose de esta definición pululan inofensivamente por la realidad negando la axión directa violenta contra el Capital, no son más que socialdemócratas completamente integrados a la lógica participativa de la “diversidad” que gentilmente les ofrece la Democracia.
Y aunque Anarquistas existen de las más diversas vertientes, movidos por los más variados intereses, tengo la convicción de que ser anarquista hoy es ser un Subversivo ke lucha a muerte contra el Poder, por la destrucción total de la sociedad de clases sin esperar más nada que la decisión nacida de su propia conciencia.
¿Qué es ser libertario?
El concepto libertario nació en España en los años posteriores al 1890, en un periodo de Criminalización del Anarquismo resultado del ascenso de la Axión Directa Violenta conocida como “Propaganda por el hecho”. Fue una manera de continuar actuando abierta y públicamente evitando motivos para la persecución. Desde entonces, el concepto, siempre asociado al mundo Anarquista, ha ido mutando de manera integradora hacia prácticas individuales y comunitarias no militantes en que se recrean un universo colectivo de códigos y valores como el Apoyo Mutuo, las relaciones humanas horizontales, el antiautoritarismo, la negación de la Propiedad Privada a través del colectivo de espacios recuperados… También de la creación contracultural, que en definitiva nos permiten hoy dar cuenta de una manera de ver y entender el mundo que nada tiene que ver con el modo burgués de enseñanza que nos impone el Capital; por lo tanto, quien vive, entiende y practica el mundo desde esta vereda de la vida, podría trankila y libremente reivindikarse hoy libertario.
Los han asociado al Mapu-Lautaro. ¿Qué dice usted?
¿Qué puedo decir? Si entre “el Caso Security” y el “Caso Bombas” habemos 7 personas que en algún instante de nuestras vidas fuimos militantes de dicha organización y cumplimos condenas superiores a 10 años de encierro resultado de aquella opción. Sin la necesidad de preguntarle a cada uno de estos compañeros qué piensan de esta experiencia, tengo la certeza de que cada cual la vivió con el orgullo y la dignidad de saber que entregó lo mejor de sí en un momento de la historia política del país en que el reacomodo burgués que promovió el Capital llamado Transición fue el momento que muchos usaron para renunciar cobardemente a la lucha por la transformación radical de la sociedad, asegurándose los bolsillos, vendiéndose al mejor postor mientras nosotros, resultado de nuestra lucha y militancia, conocimos los rincones más oscuros de esta democracia, los cuarteles policiales de la DIPOLCAR donde se nos torturaba salvajemente bajo la supervisión del occiso general Bernales, la Guerra Sucia promovida por Jorge Burgos, Marcelo Schilling, Mario Fernández, Enrique Krauss, Belisario Velasco, Nelson Mery, Isidro Solís, Claudio Martínez, entre otros… Y todo el peso de la ley con ministros en visita de reconocida militancia nazi y condenas totalmente parciales emanadas de la “distinguida Justicia Militar”. Así es la Democracia, ¿no?
¿Cómo es su evolución ideológica en los noventa?
Desde mediados de los ’90 hay una distancia cada vez más abismal de la cultura Castro-Guevarista-Marxista-Leninista en la que se formaron y crearon los diversos grupos y movimientos político-militares que combatieron a Pinochet y que fueron duramente golpeados los primeros años de la Concertación. Desde entonces he transitado por prácticas de organización autónomas y horizontales reconociendo la necesidad de la destrucción de todo lo existente, ya que bajo la realidad social alienada y decadente del Capital es imposible una vida digna, llegando a la convicción total de que lo único que debemos construir es la Capacidad de Resistir Ofensivamente los continuos embates del Poder que pretende aniquilar todo vestigio de memoria proletaria, esa ke nos guía en nuestros inevitables sueños de liberación total.
Al salir de la cárcel, ¿qué los motiva a seguir organizándose?
La clara convixión de saber que todos los cambios producidos en los últimos 20 años han sido en función de extremar las tasas de ganancia con altísimos niveles de explotación para hacer más ricos a quienes lo son hace muchos años ya. Así como por mil razones más… porque no creemos en el Capitalismo; porque los niveles de miseria inekívocamente aumentan; porque la criminalización de la miseria redunda en más cárceles y carceleros ke encierran pobres en un 99%; porque la represión social aumenta; por la extrema violencia que significa la opulencia de los ricos y burgueses que en un fin de semana se gastan el dinero que un proletario ni siquiera alcanza a acumular durante toda su vida de trabajo… Y por mil razones más, insisto.
¿Qué relaciones tienen con orgánicas políticas anteriores?
Ninguna. En mi caso no hay ningún interés.
¿Qué es el Colectivo Kamina Libre?
El Colectivo Kamina Libre fue un colectivo de prisioneros políticos que existió entre los años 1998 y 2004 cuando se autodisolvió, resultado de una decisión colectiva y definida al momento de constituirse. Fuimos un espacio que se relacionó siempre horizontalmente con grupos, individuos y organizaciones en pos de ir constituyendo una práctica anticarcelaria que rompiera con la clásica visión de la izquierda leninista de separación de la realidad del encierro entre presos políticos y presos comunes, obviando el hecho de que la marginación y delincuencia, en todas sus variantes, son resultado de las condiciones sociales de existencia en la actual Sociedad de Clases, por tanto todo preso es un preso político, más allá del hecho concreto de saber que habemos prisioneros que por nuestra práctica y militancia subversiva desde el Estado recibimos otro trato que en los últimos 16 años nos ha hecho vivir el “tratamiento de máxima seguridad”, justificación para todo tipo de arbitrariedades que el Poder Judicial avala con su total silencio y complicidad.
Kon Kamina Libre logramos un universo amplio de relaciones con expresiones anticarcelarias de diferentes lugares del mundo, desarrollando innumerables jornadas de movilizaciones en la cárcel y en la calle, articulando, de algún modo, las bases de lo que, con altos y bajos, ha venido siendo la Resistencia Anticarcelaria de claro corte Anticapitalista en el Chile de la última década.
Ustedes hablan de Guerra Social. ¿Qué es?
La Guerra Social que nos ha sido impuesta por el Estado y el Poder es la lucha cotidiana que libramos los Rebeldes Sociales bajo una perspectiva insurreccional que pretende hacerle frente a la totalidad de lo existente que oprime, reprime y explota… Reivindicando el ataque constante a todos los aspectos de la Vida Capitalista, el combate se desarrolla simultáneamente en todos los ámbitos de la realidad. No es una estrategia de Guerra definida por un grupo en torno a un líder, a un concepto de Vanguardia, a golpes y avances de tipo militar; sino que es la multiplicación cotidiana y difusa del axionar autónomo de los Rebeldes e Insurrectos que no soportamos más esta mierda de vida, este espectáculo social que llaman Democracia.
¿Valida la violencia como herramienta política?
Primero que todo, nuestra violencia es más que una herramienta política porque se ubica en un espacio de la dimensión humana llamada Dignidad. Es esta la que nos mueve a responder a la oprobiosa Violencia venida del Estado y el Capital, en el entendido que son estos los que detentan el monopolio de la violencia. El Capitalismo mundial, la historia de la constitución del Estado chileno, la vida diaria de los oprimidos y explotados de este país, es la historia de la Violencia usada como herramienta de sometimiento; entonces cuando alguien individual o colectivamente actúa en contra de ello y se rebela, resulta que termina criminalizado, perseguido, difamado o muerto. Quizás el paradigma de la realidad invertida es lo que sucede con el Pueblo-Nación Mapuche. El Estado chileno no ha hecho más que violentarlos sistemáticamente hace 200 años y resulta que cuando se organizan y luchan son considerados terroristas. En estos 20 años de democracia, el asesinato selectivo de luchadores y combatientes populares no ha cesado. La tortura en cárceles y comisarías tampoco ha cesado. El hostigamiento permanente a través de amenazas y golpizas, a través de detenciones sin motivo, de montajes, de represiones dirigidas a grupos específicos de gente que lucha, ha sido la tónica con que el Estado y sus policías en concomitancia con la prensa y el Poder Judicial han mantenido su práctica de Violencia Polítika, nosotros sólo nos defendemos.
Sus compañeros y usted acusan al Estado de persecución por su pasado. ¿En qué ha consistido esa persecución?
Varios de nosotros terminamos de salir entre los años 2004 y 2005 desde la prisión. Desde entonces nunca dejamos de tener un control de la inteligencia policial en la que el hostigamiento variado y permanente fue la constante. Amenazas telefónicas anónimas, golpizas nocturnas recordando nombres de compañeros muertos, detenciones sin motivo, involucramientos forzados en causas ficticias, robos de autos, intromisión en domicilios y robos de CPU, filmaciones y escuchas… A ratos una hostilidad exasperante que impide el desarrollo de una vida relativamente “normal”. En este país la persecución como política de Estado existe y se manifiesta en su cenit hoy en el involucramiento de varios compañeros en la farsa-montaje del “Caso Bombas”.
¿Qué piensa del fiscal Peña y su trabajo? ¿Y de Xavier Armendáriz?
Ellos cumplen roles propios de quienes, escudándose en el trabajo, tienen un compromiso ideológico y político con el Estado de Derecho y una sociedad de clases. Cada cual tiene su impronta y ello se nota. El caso del “señor Peña”, la soberbia prepotente de su investidura hoy lo tiene gozando de sus 15 minutos de fama pero a costa de la detención y encierro de un universo de personas que nada tienen que ver con lo que se les acusa. Él lo sabe, las policías también lo saben y es obvio que no echarán pie atrás ya que la resolución de este caso es una necesidad urgente de corte efectista de la administración de Piñera. Lo importante es tener gente presa y resulta que no han sido elegidos al azar, vulnerando incluso la propia legalidad que dicen defender. La grandilocuencia megalómana de Alejandro Peña es la característica más preciada por las policías altamente deseosas de encontrar “culpables” y que han sufrido una permanente derrota táctica en la intención de neutralizar una realidad de lucha que son incapaces de comprender.
Sólo basta recordar el intento ridículo de querer involucrar hace unos meses a un ciudadano pakistaní con ex militantes lautaristas cercanos al “Caso Security”. O sea, la desesperada estupidez de fiscales y policías debutando con sus famosas trazas de explosivos, no tiene nombre.
¿Han declarado en el proceso? Si lo han hecho, ¿por qué?
En relación al Caso Security, quienes fuimos detenidos en Argentina no hemos declarado puesto que no tenemos nada que decir. Antes de ser detenidos la condena ya estaba dictaminada y hoy sólo resta esperar las formalidades de un proceso plagado de irregularidades que aún no concluye a pesar de que ya han transcurrido 3 años desde que ocurrieron los hechos. Es más, tenemos la convixión de que el Estado y las policías nos querían muertos y hoy somos un verdadero “cacho” jurídico ya que para poder condenarnos debieran tener elementos consistentes que justifiquen todo el show montado para dejarnos en prisión. Dilaciones permanentes, investigaciones magras, en definitiva “mucho ruido y pocas nueces”.
¿A qué responde el fenómeno de las bombas? ¿Por qué ocurre?
Tengo la impresión de que no existe ningún “Fenómeno de las Bombas”, sino que, más bien, existe una práctica subversiva anticapitalista que se expresa de múltiples formas y que a pesar de ser planificadamente invisibilizada por los diferentes gobiernos de los últimos 20 años, se ha mantenido y cualificado como una inevitable expresión de ascenso en los niveles de ataque a esta putrefacta sociedad de la mercancía.
Asimismo, tengo la impresión que por más operativos que hayan, por más detenciones que se vengan, por más fabricación de culpables que continúen mostrando, esto continuará porque razones y motivos para ello, sobran. Es la Violencia Social de los poderosos la que gatilla la existencia de una Resistencia Ofensiva que responde fuera de los márgenes del show de la política, al trato inhumano y degradante que nos impone la clase dominante.
¿Cómo es la vida en la cárcel? ¿Puede describir su régimen?
La cárcel, como institución total creada para imponer y disciplinar socialmente bajo la sanción normalizadora, busca anular el carácter indómito de quienes luchan por la Liberación Total. En nuestro caso, se nos mantiene hoy en la Cárcel de Alta Seguridad, lugar en el que ya estuvimos por más de 10 años y en donde en la actualidad convivimos en grupos no mayores a 20 presos, en espacios reducidos bajo un régimen que contempla 8 horas de patio-desencierro. Durante estas horas convivimos colectivamente haciendo deporte, conversando, leyendo, interactuando. En general, la monotonía es la característica permanente de los días que sólo se diferencian entre sí cuando podemos estar con nuestras familias cuando nos corresponde la visita semanal.
Para mí, la prisión ha sido una circunstancia, ni querida, ni buscada, de una opción de vida, de lucha, de la que me siento profundamente orgulloso. No es fácil vivir cotidianamente confrontando las prácticas represivas del carcelero; no es fácil la distancia de quienes más amo; no es fácil tanto encierro pero son estas las circunstancias que van templando el carácter y la voluntad de Resistir porque esta es la vida que elegí.
Además, un subversivo encarcelado nunca está solo, nunka kedará solo. Esté donde esté, donde quiera que lo lleven…
fuente: theclinic.cl, 5 de Octubre de 2010
Marcelo Villarroel, from High-Security Prison: “Sustained attacks on the social peace of the rich will continue”
From Culmine (October 16, 2010) via The Clinic (October 5, 2010):
By Pablo Vergara
From High-Security Prison (CAS) in Santiago, Marcelo Villarroel—a former Lautarista charged with the October 2007 Security Bank robbery during which Carabinero Corporal Luis Moyano died—agreed to answer part of a lengthy questionnaire we sent him a few weeks ago. Villarroel, who was a prisoner at CAS during the 1990s, was part of the Kamina Libre collective, which District Attorney Alejandro Peña now considers one of the progenitors of the “Bombings Case.” Here, despite the awkwardness of answering a questionnaire, Villarroel explains his ideological evolution and what it means to be an anarchist.
How would you describe what’s going on right now?
At the moment, the entire domineering legal-political-police-prison structure—mandated by the State to imprison, harass, and accuse at any cost all individuals who have clear anti-capitalist tendencies and undeniable histories of struggle—is operating with gross impunity and immunity in order to resolve what Power calls “the Bombings case.” Nothing can surprise us now. Fourteen people have been locked up and charged with constituting an “illegal terrorist organization” thanks to a mountain of evidence fabricated by the police, and it’s very likely that this State offensive will continue. Bear in mind that the Government is interested in using the police to resolve a matter that resonates in ways that are much more profound. Subversive anti-capitalist activity is based on the everyday decision by many individuals to rebel against their condition of wage-slavery, thus becoming human beings who rise up in an attempt to be free. Therefore, as long as more arrests are made and repression grows, sustained attacks on the Social Peace of the Rich and all expressions of Capital will continue.
What does it mean to be an anarchist?
These days, I understand and respect those who consider themselves anarchists and walk the Path of illegality, making their lives an eternal fight against Power. It’s currently impossible to think about an integral Anarchism from an academic or intellectual perspective, or from the perspective of what many call a Space of Social Organization, without denying the historically effective subversive dimension of the anarchist way of viewing and understanding the world. Those who adopt such a definition—harmlessly skirting reality, rejecting violent direct action against Capital—are nothing more than social-democrats who are completely integrated into the participatory logic of “diversity” kindly offered to them by Democracy.
And even though there are many different types of Anarchists motivated by a great variety of interests, it is my conviction that being an anarchist today means being a Subversive who fights to the death against Power for the total destruction of class society, without waiting for anything other than the decision that springs from one’s own conscience.
What does it mean to be a libertarian?
The concept of libertarianism originated in Spain at the end of the 1890s, during a period of the Criminalization of Anarchism due to the rise of Violent Direct Action known as “Propaganda by the deed.” Libertarianism was a way of continuing to act openly and publicly, avoiding reasons for persecution. Since then, the concept—always associated with the world of Anarchism—has mutated fundamentally toward non-militant individual and communal practices that recreate a collective universe of codes and values like Mutual Aid, horizontal human relationships, anti-authoritarianism, the rejection of Private Property via collectively recuperated spaces, etc., as well as the creation of a counterculture that basically allows us to realize a way of viewing and understanding the contemporary world that has nothing to do with the bourgeois teachings imposed on us by Capital. Therefore, whoever experiences, understands, and goes about their practice in the world on this kind of life path can now calmly and freely call themselves libertarian.
You’ve been linked to the Lautaro Movement for Popular Unitarian Action (MAPU Lautaro). What is your response?
What can I say? Yes, between the “Security Case” and the “Bombings Case,” there are seven of us who at some point in our lives were militants in said organization and served prison sentences in excess of ten years as a result of that choice. Without needing to ask each of these comrades what they thought of the experience, I can be certain that each one lived through it with the pride and dignity of knowing they gave the best of themselves at a time in the country’s political history when the bourgeois readaptation known as the Transition was being promoted by Capital. This was the opportunity used by many to cowardly renounce the struggle for the radical transformation of society and instead safeguard their pocketbooks, selling themselves to the highest bidder. Meanwhile, as a result of our struggle and militancy, we became familiar with the darkest corners of this democracy—the Carabineros Police Intelligence Directorate (DIPOLCAR) police stations where we were savagely tortured under the supervision of the now deceased General Bernales; the Dirty War instigated by Jorge Burgos, Marcelo Schilling, Mario Fernández, Enrique Krauss, Belisario Velasco, Nelson Mery, Isidro Solís, and Claudio Martínez, among others; and all the weight of the law, with visiting ministers who had acknowledged Nazi affiliations, as well as totally biased sentences decreed by the “distinguished Military Justice System.” But that’s Democracy, right?
What was your ideological evolution like during the 1990s?
Since the mid-1990s, a vast distance has gradually opened up between me and the Castroist-Guevarist-Marxist-Leninist culture that created and sustained the various political-military groups and movements that fought Pinochet, which were hit hard during the early years of the Coordination of Parties for Democracy. Since then, I’ve moved toward autonomous and horizontal organizational practices in recognition of the need to destroy the entirety of the existent, since a dignified life is impossible under Capital’s alienated and decadent social reality. I’ve arrived at the total conviction that the only thing we should construct is the Capacity to Offensively Resist the continued ravages of Power, which is attempting to annihilate all vestiges of the proletarian memory that guides us in our inevitable dreams of total liberation.
When you get out of prison, what will motivate you to stay organized?
The clear conviction of knowing that the function of all the changes that have taken place during the last 20 years has been to maximize profit margins via the worst kinds of exploitation, thus making the rich even richer. Thousands of other reasons as well: Because we don’t believe in Capitalism; because the extent of misery is irrefutably growing; because the criminalization of poverty is creating more prisons and jailers, which lock up the poor 99% of the time; because social repression is intensifying; because of the extreme violence exemplified by the opulence of the rich and the bourgeois, who spend more money in a single weekend than a proletarian manages to accumulate during a lifetime of work. And there are thousands of reasons more, believe me.
What relationships do you have with past political organs?
None. In my case, there is no interest.
What is the Kamina Libre Collective?
The Kamina Libre Collective was a political prisoner collective that existed between 1998 and 2004, when it was dissolved as the result of a collective decision taken at the time of its formation. We were a space that always related horizontally to groups, individuals, and organizations in order to establish an anti-prison practice that broke with the classic Leninist-left vision of dividing the reality of imprisonment between political prisoners and ordinary prisoners, which ignores the fact that all varieties of marginalization and crime result from the social conditions of existence in contemporary Class Society. Therefore, every prisoner is a political prisoner, regardless of the concrete fact that we know we are prisoners whom the State deals with differently because of our subversive practice and militancy. This means that we have been made to experience “maximum-security treatment” for the last 16 years, which justifies every kind of injustice, endorsed by Judicial Power with absolute silence and complicity.
Through Kamina Libre, we formed a vast universe of relationships with anti-prison expressions in different parts of the world, developed countless days of protest in prison and on the streets, and in a way coordinated the basis for what—with its highs and lows—has become the last decade of clearly Anti-Capitalist Anti-Prison Resistance in Chile.
You talk about Social War. What is that?
The Social War imposed on us by Power and the State is the daily struggle to free all Social Rebels via an insurrectional perspective that attempts to confront the totality of the oppressive, repressive, and exploitative existent. By demanding constant attack on all aspects of Capitalist Life, combat develops simultaneously in all spheres of reality. It’s not a strategy of War defined by a group that focuses on a leader, a Vanguardist concept, or military strikes and advances. Rather, it’s the diffuse, everyday multiplication of autonomous action by Rebels and Insurrectionists who can no longer tolerate this shitty life, this social spectacle called Democracy.
Is violence a valid political tool?
First of all, our violence is more than a political tool because it is situated in a human-scaled space called Dignity. That’s what motivates us to respond to the dishonorable Violence used by Capital and the State, understanding that it is they who hold the monopoly on violence. Global Capitalism, the history of the formation of the Chilean state, and the daily life of the oppressed and exploited of this country tell the story of Violence used as a tool of subjugation. When some individual or collective then takes action against it and rebels, the result is criminalization, persecution, defamation, or death. This paradigm of inverted reality is perhaps most evident as applied to the Nation of Mapuche People. The Chilean state has done nothing but violate them systematically for 200 years, yet when they organize and fight back, they are considered terrorists. During these 20 years of democracy, the selective murder of popular fighters and combatants has not stopped, nor has the torture in prisons and police stations. Permanent harassment through threats and beatings, arbitrary arrests, set-ups, and repression directed at specific groups of people in struggle has been the method used by the State and its police—in conjunction with the press and the Judiciary—to maintain its practice of Political Violence. We are only defending ourselves.
You and your comrades accuse the State of persecuting you because of your past. What has that persecution consisted of?
A number of us wound up getting out of prison between 2004 and 2005. Since then, our monitoring by police intelligence has never stopped, with varied, permanent harassment being the constant: anonymous telephone threats, nighttime beatings that recall the names of dead comrades, arbitrary arrests, forced involvement in fictitious proceedings, stolen cars, home invasions and stolen computers, video and audio surveillance. And from time to time, an exasperating hostility that gets in the way of leading a relatively “normal” life. In this country, persecution as State policy exists and is reaching its zenith right now by entangling several comrades in the farcical set-up of the “Bombings Case.”
What do you think of District Attorney Peña and his work? And Xavier Armendáriz?
They perform roles typical of those who, hiding behind their jobs, make an ideological and political compromise with Democracy and class society. Each leaves his mark, which is duly noted. In the case of “Mr. Peña,” the overbearing arrogance of his appointment now sees him enjoying his 15 minutes of fame, but at the cost of the arrest and imprisonment of countless people who have nothing to do with what they are being accused of. He knows it, the police also know it, and it’s obvious they won’t take one step back, since the resolution of this case is an urgent necessity—of a theatrical nature—for the Piñera administration. The important thing is to take people prisoner who haven’t been randomly chosen, to the extent of violating the very legality they say they’re defending. Alejandro Peña’s megalomaniacal grandiloquence is the characteristic most valued by the police, who are are incredibly eager to find “culprits” now that they have suffered a permanent tactical defeat in their attempt to neutralize a reality of struggle that they are incapable of understanding.
Just remember the ridiculous attempt a few months ago to link a Pakistani citizen to former Lautarista militants involved in the “Security Case,” or the desperate stupidity of prosecutors and police when they appeared with their famous explosive traces. There’s simply no name for it.
Have you entered a plea in the proceedings? If so, why?
Regarding the Security Case, those of us arrested in Argentina haven’t entered a plea since we have nothing to say. The sentence was already determined before our arrest, and now all that remains are the formalities of an irregularity-plagued process yet to be concluded despite the more than three years that have passed since the events took place. What’s more, we’re convinced that the State and the police want us dead and that right now we’re a real legal “nuisance,” since in order to be able to sentence us the facts would have to consistently justify the staging of the whole show that put us in prison: permanent delays, shoddy investigations—in short, “a lot of smoke but no fire.”
What is the bombings phenomenon responding to? Why is it happening?
It’s my impression that no “Bombings Phenomenon” exists. Rather, what does exist is a subversive, anti-capitalist practice that expresses itself in multiple ways. And despite being purposely made invisible by the different governments of the past 20 years, it has perpetuated and distinguished itself as an inevitable expression of intensified attack on this putrid commodity society.
It’s also my impression that the operations they carry out, the arrests they make, and the fabricated culprits they show off will continue, because there is an excess of reasons and motives for all of it. It’s the Social Violence of the powerful that triggers the existence of an Attacking Resistance that responds—outside the margins of the political show—to our degrading, inhuman treatment by the dominant class.
What is prison life like? Could you describe your routine?
Prison, as a comprehensive institution created to socially command and discipline according to standardized sanctions, seeks to destroy the indomitable spirit of those who fight for Total Liberation. In our case, we are now being kept at High-Security Prison, where we already spent over 10 years and where we currently coexist in groups of no more than 20 prisoners, in limited space under a regime that provides for eight hours in the yard or outside our cells. During that time, we live collectively, playing sports, talking, reading, interacting. In general, monotony is the permanent characteristic of days that only differentiate themselves when we can be with our families during the weekly visit.
For me, prison has been an unwanted, unsought circumstance of a chosen life of struggle, which I am deeply proud of. It’s not easy to live in daily confrontation with the jailer’s repressive practices. It’s not easy to be far away from the ones you love most. It’s not easy to be locked up for so long. But those are the circumstances that temper your character and will to Resist, and that’s the life I’ve chosen.
Additionally, an imprisoned subversive is never alone and will never be alone, wherever he is and wherever they put him.