Se confunde hoy la resistencia al golpe de estado con el apoyo al ex gobierno Lugo o, como dice cierta izquierda, el apoyo al “proceso de cambio”. Es una confusión que conviene aclarar.
Desde la asunción del gobierno Lugo, en agosto 2008 ese proceso de cambio se ha traducido, entre otras cosas, en una calma en la conflictividad social, disminución de las movilizaciones sociales, aumento de las ganancias de los especuladores financieros e inmobiliarios y de las multinacionales de los agronegicios, y en una sostenida política de criminalización de los movimientos sociales en lucha, llegando al extremo de militarizar algunas zonas geográficas del país, con la excusa del surgimiento de una “guerrilla” que secuestró a un empresario ganadero.
Con todo, el gobierno de Lugo implicó un cambio en la dinámica política del país, y por vía del ejecutivo vino a fortalecer a un nuevo jugador en la escena política: el progresismo de izquierda. Este progresismo de izquierda logró incrementar sus vínculos con los sectores populares a través de la gestión de programas y proyectos sociales y culturales, lo que le dio una visibilidad preocupante para los dos partidos tradicionales (ambos de derecha: el liberal y el colorado), de cara a las próximas elecciones (2013). Preocupante sobre todo para el partido liberal en tanto una parte interesante de su dirigencia de base y media, establecía una alianza con la izquierda progresista.
La amenaza del uso del juicio político como instrumento para sacar a Lugo del ejercicio del poder ejecutivo se hizo una constante desde los primeros días de la presidencia Lugo, al mismo tiempo que el gobierno, para combatir esa amenaza intentó, en general, dos caminos: controlar la conflictividad social y expandir la alianza gobernante hacia la derecha, incorporando a sectores del partido colorado al gobierno, El control social se hizo a través de los mecanismos clásicos de uso por gobiernos progresistas: combinación de negociación y cooptación con represión intensiva. La presencia en cargos de gestión y decisión en el ejecutivo de militantes y dirigentes de izquierda, así como de dirigentes de ongs, permitió sostener al gobierno un intercambio fluido de opiniones con los movimientos y organizaciones sociales, hacerlas parte de la gestión de proyectos y dotarles de recursos para llevar a cabo iniciativas y propuestas en el ámbito social, al mismo tiempo que en ámbitos de salud y otras áreas sociales, se incorporó masivamente a dirigentes o agentes sociales, estrechando el vínculo con las organizaciones sociales de base. La represión asumió dos vías principales: una, indirecta, fue a través de los partidos políticos de izquierda o progresistas que llamaron sistemáticamente a sus bases y entorno a no criticar y no entorpecer con movilizaciones “el proceso” y la segunda vía, directa, fue criminalizar a los movimientos sociales que aparecieran más “radicales”, vinculándolos con el supuesto “terrorismo” que lleva el nombre de EPP, una suerte de guerrilla surgida en el norte del país, con orígenes y desarrollo no muy claros, pero muy bien usado para justificar una dura represión a los movimientos campesinos de la zona.
La combinación de ambos factores provocó un inmovilismo de los movimientos sociales que duró toda la era Lugo.
Por otra parte, la cultura prebendaria colorada como forma de hacer política no fue combatida con éxito por parte de la izquierda y el progresismo en el poder. Salvo excepciones, las prácticas prebendarias y corruptas del coloradismo, sobre las cuales se asentaban sus relaciones electorales, fueron reproducidas por la izquierda en el poder, siendo alguna de estas prácticas filtradas a la prensa de derecha quienes la usaron para tildar a la izquierda de corrupta, en el afán de lavar la cara a la derecha, hasta el momento la representante por antonomasia de la corrupción. Tal es así, que incluso la práctica del arreo (llevar masas de gente a manifestaciones y movilizaciones a cambio de algunas compensaciones monetarias o alimenticias) también fueron usadas por la izquierda.
Es en este escenario, que se da la matanza de Curuguaty (viernes 15 de junio 2012) en la cual 11 campesinos y 6 policías fueron muertos en una balacera iniciada por la policía. Las muertes policiales, de acuerdo a declaraciones de testigos campesinos, se debieron a “fuego amigo”, todas menos una. La matanza fue aprovechada por la prensa derechista (casi la única existente en el país) para culpar a los campesinos, calificándolos de asesinos, delincuentes y terroristas, esto sin haber llevado a cabo ninguna investigación, medianamente seria sobre los hechos.
La izquierda se sumió en el estupor, el gobierno sólo aceptó la versión policial (funcional a la estrategia mediática de la derecha de criminalizar a los campesinos en lucha por la tierra) y los movimientos campesinos tomaron la iniciativa para solidarizar y actuar en terreno para ayudar a los campesinos y campesinas sin tierra que estaban siendo perseguidos, reprimidos y encarcelados en la zona.
Desde ese momento, hubo una tensión en la izquierda entre sectores que querían movilizarse solidariamente con los campesinos muertos (incluidos los policías, hijos de campesinos) y también para frenar el ataque criminalizador de la prensa hacia los campesinos en lucha por la tierra. Ese inmovilismo, con origen en el cálculo político y en el (lógico) miedo que infundía la prensa, posibilitó que no hubiera una respuesta inmediata al cerco mediático contra el movimiento campesino, en específico al sector menos orgánico de los sintierras, la liga nacional de carperos.
En ese escenario, lxs anarquistas nos centramos en solidarizar efectivamente a través de la movilización social en respuesta al ataque de la prensa y la derecha y en romper con el miedo que imperaba en el ambiente. Algunos logros tuvimos en ese camino, pese a las presiones que cierta parte de la izquierda ejercía para que su militancia no saliera del papel de espectadores de los acontecimientos. Recién 4 días después de la matanza, un lunes, pudimos realizar el primer acto solidario en la ciudad de Asunción, con ánimo movilizador y unitario. Unitario porque correspondía, por vínculos y participación, a la izquierda marxista ser parte activa en la solidaridad, y movilizador porque sabíamos que el costo del inmovilismo sería siempre mayor para el pueblo, que el inmovilismo no nos daba ninguna seguridad ante una derecha prejuiciosa, condenatoria y represiva.
Luego vino el golpe parlamentario. Esta situación para lxs anarquistas fue muy compleja de plantear, en tanto no queríamos que se nos confundiera con un apoyo al gobierno de Lugo. Nuestro enfoque fue el mismo que para la Matanza de Curuguaty: solidaridad y movilización. Veíamos que la única forma de frenar el avance de la derecha (y la violencia sobre los sectores pobres y populares del país) era movilizándose y saliendo a las calles y cómo no hay mejor llamado que el ejemplo, estuvimos en la plaza del congreso desde el primer momento del juicio político a Lugo. Durante los dos días del juicio permanecimos en la plaza, tratando de ayudar a desplegar creatividad, medidas de acción y cuidado pensando en asumir la resistencia llegado el momento.
Incluso en ese momento crítico, buena parte de la izquierda no estuvo a la altura de las circunstancias, esparciendo rumores, intranquilizando a lxs manifestantes, intentando controlar lxs opiniones y dando discursos erráticos de como enfrentar la situación. Tal es así que llegado el momento del cierre del juicio, con la condena a Lugo, la policía atacó fuertemente a la gente movilizada. Tan mala fue la preparación y el cuidado para con el pueblo que la gente escapó de los gases lacrimógenos y balines de goma en estampida, poniendo en riesgo la vida propia y ajena. No se habían tomado medidas preventivas llegado el caso y la información que circulaba era dispersa y controlada, con lo cual se daba fuerza a los rumores. Apostando todos sus esfuerzos en sostener el mito Lugo, la dirigencia de izquierda presente en la plaza del congreso, ya entrada la noche del día del juicio político sembró la esperanza de que Lugo vendría a resistir ahí, junto al pueblo paraguayo. Pero Lugo abandonó el cargo de presidente por televisión y en la plaza la gente se enteró por la transmisión radial. La decepción hizo que tres plazas que había demorado un día y medio llenar, se vaciaran en menos de una hora.
La sensación de derrota en la izquierda era tal, que al día siguiente mucha gente que llegó de madrugada a la plaza, a resistir, se encontró con un panorama que les hizo llorar: el abandono absoluto.
El sábado, primer día entero del gobierno golpista se tradujo en una lucha autogestionada contra el cerco comunicacional. Emprendida por trabajadores de la comunicación, tanto de la tv como de la radio públicas, la resistencia se hizo realidad en la tv pública, ubicada en el centro de la ciudad de Asunción. Una veintena de personas dio comienzo a esa resistencia y la convocatoria a apoyar y hacerse parte de la lucha se efectuó a través de mensajes de texto y llamadas por celulares. En una hora ya se podían contar unas 300 personas, hasta el momento que inició el programa micrófono abierto, amenazado de censura desde la noche anterior. Ese primer instante de lucha, con el micrófono amplificando las palabras de resistencia de quien quisiera, fue francamente una obra perfecta de resistencia y autogestión. Fuimos modesta parte de eso y por ello nos sentimos orgullosos en la modestia. Posteriormente, vista la magnitud que fue tomando la resistencia en la tv pública, los partidos políticos intentaron encausar, controlar y dirigir esta movilización. Se desplegó un “grupo de seguridad” que actuó agresivamente como policía interna. Se intentó controlar también la expresión y el decir de la gente, prohibiéndose las asambleas en ese lugar (que había comenzado por ser una asamblea abierta y autoconvocada) y también los carteles o escritos que se saliesen de las consignas estipuladas como prudentes. Al mismo tiempo se dio fuerza a las consignas luguistas y a la misma figura de Lugo.
El esfuerzo de resistencia intentó ser dirigido por la izquierda, que amplió el frente guasu (amplio) hacia la derecha vinculando a disidentes de los golpistas partidos colorado y liberal, al mismo tiempo que intentaba darse una base social más amplia, convocando también a las organizaciones sociales a esta ampliación, llamada ahora Frente de Defensa de la Democracia. Desde la constitución de este frente, todo fue intento de centralizar y controlar la manifestación de la gente en lo que era la cuadra de la tv pública. Recién a mitad de la semana siguiente es que la lucha pudo desbordar esa cuadra, iniciándose movilizaciones en el campo y la ciudad. Movilizaciones intermitentes de convocatorias en general masivas.
Un aspecto interesante es que la resistencia propuesta por el FDD y el ex gobierno luguista se denomina “pacífica” o de desobediencia civil. En lo práctico esa resistencia se reduce a una movilización a medias donde en todo instante se intenta no molestar a nadie para no ser tachados de “violentos”, con lo cual las acciones (mejor dicho inacciones) del FDD y el ex gabinete de Lugo se han convertido en funcionales a la normalización y tranquilización que quiere imponer el gobierno golpista, en plena faceta de acordar leyes y decisiones económicas que favorezcan, aún más, a las transnacionales y el capitalismo especulativo. El discurso noviolento y de desobediencia civil aparece entonces vacío de contenido y equivocado en sus propósitos: no hace verdadera resistencia en tanto no asume la conflictividad social cargada en el golpe de estado parlamentario y no usa el conflicto para desnudar el fondo represor y contra el pueblo del gobierno golpista. Prima hoy por hoy el calculo electoral.
Nos planteamos la resistencia como la respuesta adecuada al momento, en tanto esta permite autogestionar las luchas, autonomizar la respuesta al conflicto, asamblearizar el análisis y la toma de decisiones respecto a la resistencia y, por esa vía, romper la impronta cultural política del coloradismo, es decir romper con las prácticas políticas del clientelismo, dependencia y venta de cargos. Una resistencia en serio permitirá hacer cambios de fondo en la cultura política y social paraguaya, quebrando así con costumbres funcionales a la dominación oligárquica que hoy por hoy nos afectan.
Quienes asumen la resistencia en serio se ven dificultados por el sector timorato y centrado en el cálculo electoral de la izquierda, que verbalmente asume la resistencia, pero en la práctica inmoviliza o moviliza sólo en función de levantar figuras y candidaturas a escondidas, aún a costa del descrédito en que están cayendo.
Asunción, 03/07/2012
Grupo de Afinidad La Calle http://periodicoelsurco.wordpress.com/2012/07/05/paraguay-y-el-golpe-de-estado-parlamentario-a-ojos-de-lxs-anarquistas/