TROPEZAR CON LA MISMA PIEDRA

[…] la universidad ya no es más un lugar tranquilo para enseñar, realizar trabajo académico a un ritmo pausado y contemplar el universo como ocurría en siglos pasados. Ahora es un potente negocio, complejo, demandante y competitivo que requiere inversiones continuas y de gran escala.

Malcolm Skilbeck


El estudiante no se da cuenta de que la historia altera su irrisorio mundo “cerrado”. La famosa “crisis de la Universidad” parte de una crisis más general del capitalismo moderno; sigue siendo el objeto de un diálogo de sordos entre diferentes especialistas. Dicha crisis traduce simplemente las dificultades de un ajuste tardío de este sector especial de la producción a una transformación de conjunto del aparato productivo. (…).

Las diversas facultades y escuelas, todavía adornadas de ilusiones anacrónicas, son transformadas de dispensadores de la “cultura general” a la medida de las clases dirigentes en fábricas de enseñanza rápida de cuadros inferiores y de cuadros medios. (…).

Rebelándose contra sus estudios, los estudiantes americanos han puesto en cuestión, inmediatamente, una sociedad que tiene necesidad de tales estudios. Del mismo modo que su rebelión (en Berkeley y otros sitios) contra la jerarquía universitaria se ha afirmado como rebelión contra todo el sistema social basado en la jerarquía y la dictadura de la economía y el Estado. Rechazando integrarse a las empresas, a las que de forma natural los destinan sus estudios especializados, ponen en cuestión profundamente un sistema de producción donde todas las actividades y sus productos escapan totalmente a sus autores. De este modo, a través de intentos y una confusión todavía muy importante, la juventud americana inconformista busca en la “sociedad de la abundancia”, una alternativa revolucionaria coherente.

Sobre la miseria de la vida estudiantil, Internacional Situacionista.

Lo cierto es que las que redactamos este artículo no nos hemos informado ampliamente de lo que es el proceso de Boloña, de hecho, no nos hace falta, ni tan siquiera nos hizo falta para aproximarnos a las luchas que se estaban dando en las distintas universidades del estado. La intuición resultó ser un acierto, una evidencia. Mirando artículos de prensa o de algunas profesoras, así como con una pasada rápida de algunos párrafos de no se cual informe, nos hizo ver que la cosa era la de siempre.

Lo que nos interesa es reflexionar sobre lo sucedido en la lucha contra boloña. No como teóricas que opinan desde fuera sino como parte activa, como personas que a pesar de no ser todas estudiantes hemos considerado nuestra la lucha. No para hacer crítica destructiva ni para sentar cátedra de nada, sino para pensar que cuando se generan movimientos masivos, caemos en las mismas pautas, los mismos clichés, los mismos errores, sobretodo condicionadas por la necesidad de obtener legitimidad democrática (voluntad de diálogo, reconocimiento de los mass media, oposición como adversarias políticas, etc.). Queremos pues señalar estos aspectos que se han dado en esta lucha porque pensamos que así puede que entremos en un debate colectivo que nos acompañe en las distintas luchas que se abran, con el fin de fortalecerlas en sus posiciones anticapitalistas y contra las jerarquías. Dejamos claro, así, que con este texto no nos estamos dirigiendo a cualquiera sino a aquellas personas que tienen una sensibilidad anticapitalista y que ven en la lucha concreta, estudiantil o no, una aspiración que la sobrepasa.

  1. Boloña se aplica a su ritmo.

Algunas de nosotras ya estuvimos implicadas de distinto modo y en diferente grado en la lucha contra el plan boloña (cuando era más conocido como L.O.U.), el informe Bricall o el enésimo intento de doblegar aun más alguna esfera de la sociedad bajo los presupuestos de la mercancía. Por lo tanto, tenemos unos 10 años de experiencia más o menos lejana alrededor de la lucha estudiantil, a veces implicándonos de cerca y otras como observadoras.

Ya hacia finales de los noventa, cuando se daba a conocer entre nosotras el informe Bricall y la Ley Orgánica de Universidades, cuando se hablaba, como si se tratara de una película de ciencia ficción, de “La sociedad del conocimiento” de Peter Drucker o de la idea posmoderna de sociedad de la información, – nociones que para nosotras significaban que la acumulación y avance tecnológico y científico dota al saber de una mayor importancia dentro los ejes que vertebran el capitalismo1, que el monopolio y la instrumentalización del “saber se constituye como principal fuerza del poder, como instrumento de control del medio y de las relaciones entre individuos o grupos dentro del sistema”2-, ya nos agitábamos inquietas por algunas facultades. Sabíamos que la nueva ley que volaba sobre nuestras cabezas quería, tal como se está intentando ahora de nuevo, reinsertar y adaptar el sistema de educación superior a las necesidades del capitalismo para hacerlo más rentable y productivo. Entonces existió una fuerte oposición, como sin duda ya había existido a lo largo de los ochenta o inicios de los noventa, contra los distintos intentos privatizadores. La cuestión es que detrás de las huelgas, las manifestaciones, los cortes de carreteras y las ocupaciones, detrás de esa lucha se consiguió a través de un referéndum que hubiese una oposición masiva, escrita, hacia la nueva ley. Bajo un gobierno pepero que tenía a la opusdeísta incapaz de la Aguirre en cultura y con un profesorado siempre inclinado hacia el socialismo (del PSOE, claro) o la progresía amable, todo resultó mucho más fácil. La desobediencia a la ley fue respaldada prácticamente por todos los sectores universitarios hasta parar la implantación en su estructura orgánica o formal, aunque distintos aspectos que ya avanzaba la LOU se han ido introduciendo a lo largo de estos diez años.

No nos extraña, pues, que ahora lo intenten de nuevo, no nos extraña que vuelvan a la carga con un nuevo nombre mediático, con unos nuevos acuerdos, con una fortísima propaganda para que la reforma universitaria se haga efectiva. A pesar de las diferentes causas que se han debatido alrededor de la crisis de la universidad, para las empresarias y las bien pensantes del rendimiento económico, el verdadero problema es que aún conserva demasiadas cosas de la antigua educación liberal burguesa, de la educación destinada a la transmisión de “conocimiento” y de “cultura” general.

La universidad es una institución caduca desde hace 50 años, no porque no sea eficiente en la instrucción, en la elaboración de conocimiento o porque tenga la osadía de transmitir valores y pensamientos críticos, sino porque sencillamente no está totalmente doblegada a la eficiencia y a la producción, baluartes eternos e inmutables del capitalismo. Y su reforma definitiva será a costa de no ser un lastre económico para esta sociedad, y mientras vivamos en capitalismo la reforma se intentará llevar a cabo hasta conseguirla, para que la universidad sea definitivamente productiva. Este es uno de los puntos primordiales para entender que ninguna oposición parcial, únicamente estudiantil, podrá parar el devenir de estos tiempos, la reforma universitaria, aunque a destiempo, no es otra cosa que la reforma de la sociedad al ritmo de los avances del capitalismo.

Y ahora volvamos donde estábamos al principio, pues: ¿qué ha quedado del “no a la LOU”?, ¿qué ha quedado de una lucha esencialmente similar? Bien poca cosa. Y aquí radica uno de los problemas irresolubles de la lucha estudiantil: la temporalidad de sus protagonistas no da lugar a la transmisión de experiencias y a la acumulación de conocimiento. ¿No recordamos que el PSOE, en su momento en la oposición, se declaró contrario a la implantación de la LOU? Tan sólo esta amnesia incesante que sufrimos puede no acabar definitivamente con las esperanzas en las urnas o la democracia.

Es evidente que las que se echaron atrás en la implantación de la LOU no lo hicieron resignándose a la derrota, obviamente, sino que han esperado momentos mejores y…, ¿qué mejor momento que bajo un gobierno permisivo con los matrimonios gays o más decidido en el laicismo de la escuela? La punta de lanza de las reformas y leyes liberalizadoras desde hace 30 años siempre ha sido la socialdemocracia. La oposición a determinados planes capitalistas no puede existir en tanto que política formal ya que el combate se libra entre los límites y las exigencias que impone el propio sistema económico. Cualquiera con un poco de memoria le quedará claro que no se trata de un gobierno de uno u otro signo, de un rector más o menos enrollado o de un profesorado y estudiantado más o menos conservador; es la lógica implacable de estos tiempos. ¿Qué más da quién haya de Ministro de Educación o de Consejero de Universidad? Tanto Ernest Maragall, como el lamentable idiota consejero Huguet son unos burócratas que sólo hacen bien su trabajo. Tal como lo intentaría hacer el tecnócrata del partido que sea.

Y entonces, ¿qué sentido tienen las actuales demandas de diálogo social o de debate público?

  1. Consignas realistas y discursos útiles o la imposibilidad de la ruptura.

El gran caballo de batalla que han utilizado las portavoces estudiantiles, bajo el innegable chantaje que imponía el teatro de la prensa, ha sido el de dejar claro que había una voluntad y una disposición total al diálogo: que todas queremos conseguir una universidad mejor y que de lo que es trata es de mejorar la financiación, incrementar la docencia y criticar los intentos privatizadores.

Las más interesadas en el supuesto diálogo o debate son las gobernantes y las empresarias que entre conversación y conversación con algunas autoerigidas representantes estudiantiles, aplicarán boloña y lo que sea, recortando, si hace falta, alguna parte ridícula para acabar de descojonarse de risa de las antiboloña. Dadas las actuales diferencias económicas y sociales el diálogo es imposible3.

El diálogo, la discusión libre tan solo se puede llevar a cabo entre iguales, sino fuese así habría entre las posibles interlocutoras unas diferencias de poder efectivo tan abismales que sería poca cosa más que un monólogo. Si una de las interlocutoras no tan sólo está llevando a cabo la acción de la cual pretende hablar, sino que tiene en sus manos el poder de ejecución, una fuerza de coacción incomparable y su decisión descansa sobre el poder militar y policial, mientras que de la otra parte se tiene poca cosa más que su voluntad, llamar a esto diálogo es digno de un chiste de Eugenio.

Y el debate, ¿cómo se piensa hacer?, ¿presentándose, de nuevo en algún programa como el del reptil viscoso del Cuní entre detractoras y defensoras? Y todo este teatro, todo este desgaste, ¿para que las aburridísimas espectadoras y las demócratas de pro continúen desde el sofá de su casa teniendo su opinión a cambio de no llevarla nunca a la práctica?

Los medios de comunicaciónnos dicen que los altos estamentos de la comunidad universitaria, las políticas de turno y toda una cohorte de chupaculos al servicio del dinero han abierto una vía de diálogo y que las violentas minoritarias la rechazan. Analicemos de cerca que significa este “diálogo” desde el inicio. Un conjunto técnico de expertas y especialistas elaboran unos informes para poder adaptar el ámbito académico al mundo de hoy, al mundo de la flexibilidad y las exigencias del mercado. Es decir, poner el conocimiento y la docencia al servicio de la producción (lejanos quedan los días donde para las socialistas la educación era primordial para superar les diferencias socioeconómicas de la sociedad de clases), coincidiendo obviamente con los intereses de la Mesa Redonda de los Empresarios Europeos4. Esta regulación la aprueban las políticas en el ámbito europeo y la respaldan las rectoras europeas de la Asociación de la Universidad de Europa (EUA). Seguidamente se inicia el proceso de implantación del EEES; la gente que se informa lo rechaza, se organiza y protesta; se hacen referéndums y los resultados son mayoritariamente de rechazo a boloña; las encuestas rebelan que un 27% de las personas del estado no aprueban el plan, el doble de las que se posicionan a favor. Y la respuesta de las autoridades es de acusar de antidemócrata a todo dios. Y es que las cosas se tienen que hacer bien: sin ruido ni follón. Quien chilla es porque no tiene razón… ¿O será que no tiene los medios?

Para el orden establecido no es posible la discusión en cualquier término que ponga en cuestión su poder, este es su diálogo y por eso lo invocan a cada momento, para poder en realidad, imponer boloña. Ya lo dijo algún siniestro personaje: “no hay marcha atrás, Boloña se aplicará pase lo que pase”. Mientras, en los medios de comunicación nos decían que el diálogo estaba abierto, no decían tan alto que ya había disciplinas que habían incorporado boloña y que tenían perfectamente previsto instalar boloña paulatinamente en los próximos tres años. El diálogo es una trampa, una medida de desgaste, de legitimación para poder hacer, mientras tanto, lo que siempre han hecho: imponer su voluntad.

De todas formas, ya lo hemos dicho, nos gustaría saber quién dialogaría i en nombre de quien.

Dada una situación de tan innegable desigualdad y donde la correlación de fuerzas tan sólo podría equipararse (en el juego mediático espectacular) con el plataformismo amplio, con el pacto con determinados sectores sociales progresistas a costa de capitular así las demandas originales y las formas de lucha propias, ¿qué podríamos hacer? Pues lo que nos queda no es ni el plataformismo banal del todo cabe, ni resignarse tampoco al repliegue alrededor del ámbito académico, sino dar un giro en la lucha, en sus contenidos. La oposición a boloña no la hemos de entender desde una óptica estudiantil únicamente; aquí está el quid de la cuestión y donde las patéticas aprendices de politicastros se les atragantarán las palabras. No se trata, tal como han hecho algunas personajes con palestino y pantalones de pana de dejar claro tras la cámara de TV3 que no quieren antisistemas o okupas, que la lucha contra boloña es una lucha de las y para las estudiantes. Se trata de tener una visión global, de entender que estas agresiones se llevan a cabo por los mismos fundamentos que imponen EREs a diestro y siniestro, que especulan con los alimentos y con la vivienda, que se trata de una organización social y política que atraviesa todas las relaciones que tenemos en la vida. Tenemos que integrar la crítica a la totalidad para no caer en el aislamiento, porque reduciéndonos a nuestros problemas corporativos, laborales, medioambientales, estudiantiles, etc. es como pretenden reducir lo que podría ser una fuerza mucho mayor. Es pues, desde este punto de vista que hace falta elaborar los discursos, buscar posibles alianzas afines, y hacernos fuertes en las formas de luchas propias para atacar este orden social.

En el Estado francés esto lo entendieron bien las estudiantes en su lucha contra la ley Valérie y los CPE5. No tan sólo ocuparon las facultades y las calles sino que fueron directamente a bloquear las vías de trenes de mercancías y colaboraron con trabajadoras de fábricas ocupadas6. La oposición a una ley expresada con el rechazo al flujo de mercancías, a la esencia del sistema económico que sufrimos. Se impone decir que aquí también se hicieron cortes de carreteras y calles, y se ocuparon los bancos. También hubo un cambio cualitativo en el número de actividades que se llevaron a cabo en las ocupaciones respecto a las que habían hace unos años, como dar a conocer distintos conflictos como el de las conductoras de TMB o el del Plan Caufec. Pero la cuestión, y eso no lo ha sabido hacer nunca nadie, es de no tan sólo exponer conflictos o de dar a conocer los problemas que se viven, sino de trazar una línea que nos una a todas bajo una misma problemática general, la que nos sitúa como víctimas de un sistema, una organización social, económica y política que no nos deja escoger como queremos vivir, ni como nos gustaría que funcionasen las cosas.

Dadas las actuales circunstancias de alienación, aislamiento y miseria moral generalizadas, no pensábamos que sólo de esta lucha, como de ninguna otra, pudiesen salir formas e ideas que planteasen la resolución de este grave problema que arrastramos y nos empantana a todas: la incapacidad de encontrar la identidad común que nos agrupe, tal como lo hizo en su día el movimiento obrero, para crear discursos que superen las fragmentaciones en las que caen las luchas y se consiga una conciencia de globalidad. A pesar de eso, lo que se expresa en esta como en cualquier otra lucha, si que pensamos que se tiene que utilizar para romper las falsas divisiones e identidades que nos impone el capitalismo. La estudiante no es esencialmente diferente a la trabajadora, o a la parada, todas pasamos tarde o temprano por una de estas formas y las practicamos alternadas o al mismo tiempo, la formación y la profesión son denominadores comunes de la misma condena: la explotación.

La lucha estudiantil, en tanto que demandas sobre el mundo académico, con sus gritos de alarma contra la privatización y les buenas intenciones de un reformismo dialogante y razonable, es una lucha que conduce a un callejón sin salida, siempre y que esté desvinculada de una lucha general, de anchas miras. Cada conquista, cada demanda aceptada, que le arañe al sistema económico un pedazo de vida, es un paso adelante que, viviendo bajo los presupuestos del capital, volverá atrás cuando las condiciones sean favorables a la economía, como ha pasado, por ejemplo, con la falsa victoria sobre la LOU en el 2001. La Universidad no es nada más que el reflejo de la sociedad, por lo tanto la oposición a ella no puede ser menor que la oposición al sistema capitalista; el financiamiento, el número de profesoras, las becas son sólo aspectos técnicos que se discuten dentro el terreno de la derrota.

¿Qué es la educación y a qué intereses sirve? Las empresas y los bancos ya están en la universidad, son la universidad, lo único que quieren es una mayor rentabilidad. La lucha estudiantil con sus reivindicaciones y consignas está condenada a no replegarse al ámbito académico sino a abrirse y entenderla como parte de un ciclo de luchas anticapitalistas. Estos discursos han existido, y han aparecido, pero sólo queremos constatar que se han visto silenciados por la voraginosa presión de los medios de comunicación. Dentro del contexto de cualquier lucha entendemos la capacidad estratégica de ciertas demandas parciales y concretas que pueden mejorar ciertos aspectos de nuestra vida. Lo que pretendemos no es tanto hacer una crítica al discurso que ha monopolizado la lucha en tanto que “reformista”, sino la manera de expresar estas demandas y su contenido de fondo. No es lo mismo una petición que se hace como afectado de un sistema del que quieres formar parte, dirigiéndote a la autoridad concedida, que una exigencia que haces desde la propia dignidad e integridad violadas a un poder impuesto. El contenido de las demandas señalaba la voluntad de formar parte de este sistema, de expresar la necesidad y la importancia del mundo académico y estudiantil en el funcionamiento y perfeccionamiento del sistema democrático. Es decir, la vinculación expresa a la democracia, en lugar de, una vez rechazado el papel de la formación académica, en tanto que engranaje del mundo de las mercancías, intentar trasladar este descontento a la sociedad entera que es, en última instancia, la que necesita nuestra obediencia y sumisión en las aulas, en el curro y en las calles para seguir reproduciendo el sistema de dominación capitalista y estatal.

El gran valor que podemos encontrar en esta lucha es el de agudizar el pensamiento crítico de muchas de las participantes, de forjar conciencias que han superado el grado de alienación dominante. Esto se ha demostrado cuando hemos practicado formas y maneras que expresaban nuestra voluntad real, sin condicionarnos bajo la lógica pacificadora y dialogante que a veces querían imponer ciertos discursos amparándose en el miedo o en la estrategia; cuando este año muchas estudiantes han renunciado ha matricularse, desencantadas como estaban con este universo que poco tiene que ver con un saber neutral o crítico que nos ayude a la emancipación personal; con la ocupación y participación en diferentes espacios ocupados que han practicado algunas y también con la apertura de la universidad libre.

Muchas luchas pueden ser la semilla de otra lucha futura, más radical en sus contenidos y menos alienada, pues a cada paso puede aparecer gente más firme en sus convicciones. Pero no creemos esencialmente en la acumulación histórica de conocimiento subversivo en un ámbito concreto, la universidad o la fábrica ya que la movilidad actual lo impide.

Parece ser que las únicas capaces de transmitir y enseñar formas de lucha son las organizaciones formales y los sindicatos, aunque de aprendizaje de luchas pasadas hemos visto poco. Estos grupos, mediante la lucha, se intentan dotar de un mayor número de militantes para poder erigirse como representantes estudiantiles, obteniendo así más poder y por lo tanto “legitimidad” para llevar a cabo unas reivindicaciones que pasarán bajo los imperativos de las necesidades de la organización y su voluntad de supervivencia, factores que condicionan las mismas demandas y la misma manera de luchar7. En cambio la persistencia de la tradición antiautoritaria, autónoma, anticapitalista, es prácticamente inexistente, a menudo su paso por la universidad no cuaja en una tradición de lucha de referencia, dadas también las debilidades de la organización informal y el inexistente uso que hacen de las aulas como sitio de lucha y propaganda.

Por eso insistimos en la importancia de crear discursos que vayan más allá de la lucha concreta, para enlazar estudiantes con trabajadoras y paradas, para encontrar puentes de comunicación entre gente que haya tenido experiencias y tradiciones de lucha diferentes, volviéndonos cómplices las unas de las otras y aumentando el conocimiento subversivo. Por eso insistimos en ver las potencialidades que se esconden detrás de cada lucha, para andar en esta dirección.

  1. Entre el consenso democrático y el chantaje mediático.

Las maneras que tiene el Status Quo de defenderse se repiten una y otra vez. Con la oposición al EEES hemos podido constatar nuevamente como se utilizan los medios de comunicación y los diferentes agentes sociales para arrastrar la lucha a un terreno mucho más cómodo para las gobernantes. Los medios nos muestran la realidad, nos informan de tal manera que ponen una supuesta sociedad civil, gente cívica, ordenada, impoluta y fiel a la democracia de un lado, curiosamente su lado, y del otro, siempre una minoría insensata, incívica, estúpida o violenta, o todo al mismo tiempo. De esta manera pretenden asegurarnos que las que sufrimos este orden económico nos juntamos bajo la bandera de la democracia y somos sumisas a su autoridad. Ponen todo lo que tienen a su alcance para destruir, discursiva e identitariamente, aquellas que se resisten a seguir las órdenes, aquellas que protestan y piensan otras maneras de ser y estar.

El asedio mediático que se nos impone, requiere de las diferentes personalidades entendidas en la materia: técnicas, catedráticas, políticas, sindicalistas, etc. y del gran aparato mediático que se despliega para humillar a las contestatarias. Una vez han dejado claro que la minoría radical no es representativa de la sociedad y que no tiene argumentos, tienden la mano para hablar de soluciones realistas con la fracción dialogante. Para las que no entran al juego, tienen listo su linchamiento. Aplastada la minoría dejan claro que no hay sitio para salir de los límites establecidos, por nuestro bien.

De esta manera unen ficticiamente, amparándose en discursos periodísticos, una sociedad aislada, dividida y peleada por culpa del propio sistema, junto con el malestar que despierta. Una sociedad que se excluye una a otra y que en realidad está llena de minorías que protestan y se pelean, pero que a cada momento mediático pertinente se encargan de aislar de las otras. Por eso “el somos estudiantes no delincuentes”, es una súplica atemorizada de las clases medias que intentan evitar ser tratadas como saben que se tratan a las más pobres, sin contemplaciones. En esta trampa caemos una y otra vez, por el problema que hemos comentado antes, porque no conseguimos definir esta identidad común de las distintas minorías. No conseguimos definir nuestras problemáticas frente a unas mismas causas: la ausencia de poder de la gente y la ausencia de comunidad real. Si entendiésemos que el problema radica en la incapacidad que tenemos para escoger como queremos vivir, así como la imposibilidad de establecer relaciones comunitarias y sinceras entre vecinas en este sistema, sabríamos que estas minorías: estudiantes, paradas, trabajadoras, somos una mayoría, una mayoría que podría luchar contra una minoría muy poderosa que monopoliza la violencia y la información, gestionando así nuestra miseria y su riqueza.

Analicemos el show mediático y las lamentables consecuencias que ha tenido en la lucha antiboloña. Sobretodo a raíz de los hechos del 18 de marzo, síntesis y epílogo del curso 2008-09.

Cuando saltó a primera página el problema antiboloña, la prensa corrió a exprimir noticias del todo sensacionalistas, imponiendo, como siempre hacen, una sensación de vulnerabilidad e imposibilidad de defensa en las estudiantes. Esto desencadenó numerosas declaraciones y apariciones públicas totalmente a la defensiva que intentaban no perder la legitimidad y el prestigio. Finalmente los medios consiguieron arrastrar el conflicto a la pantalla y el resultado fue el de dar un discurso totalmente aséptico e inofensivo. Se ganaba así simpatías del sector “progre” y de la izquierda de los globos de colores, mientras el discurso quedaba totalmente inutilizable para profundizar y abrir grietas en una crítica que fuera más allá.

El 18 de marzo fue el día más espectacular de la lucha, se desencadenó las más diversas pasiones, la acción y la reacción, la prueba de fuego de las estudiantes y la violación definitiva de los mossos dentro del marco universitario, después de las numerosas veces que ya habían practicado la caza a la estudiante en la UB, UAB y la Pompeu Fabra a lo largo del curso. ¿Qué reacciones se hubiesen dado si eso hubiera pasado en época del poco agraciado Aznar? Un escándalo de la sociedad civil catalana, seguro.

En esta tragicomedia griega cada una representó su papel a la perfección, des del telón de fondo de la prensa, un Dídac Ramírez8 que le había caído el marrón encima de hacer lo que muchas querían que pasara, se excusaba hipócritamente con un “había llegado a una situación insostenible”, alegando cuestiones de higiene y seguridad. Todo bien relleno por numerosos artículos de periódicos, algunos poniendo énfasis en la suciedad y el peligro que corrían las obras de arte del edificio histórico de la Central, otros con la simpática visión de unas estudiantes hippiosas jugando a cocinillas entre asamblea y charla. Las profesoras como buenas educadoras que llamaban a la democracia pidiendo respeto a la sagrada libertad de expresión, la de la constitución, tanto las que reclamaban el derecho de las estudiantes a protestar como las que, como un jefe de estudios de historia contemporánea de la UB que le lloriqueaba a El País, acusaban a los piquetes de negar la libre circulación de las personas. Mientras tanto todos los periódicos, hombres y mujeres de buena fe del país clamaban para que todo volviera a la normalidad democrática. Hay que restablecer siempre la normalidad para que las comerciantes puedan hacer caja, las trabajadoras producir, las banqueras dejar créditos, las arrendatarias pagar alquiler y las universidades formar administrativas y tecnócratas. Toda protesta tiene que tener bien claro este consenso que nos hace a todas tirar del carro.

Todo esto amenizado con una violencia policial totalmente desproporcionada, para aquellas que no están acostumbradas a sufrirla, claro está. Y como cada vez que a quien le toca recibir son a las periodistas se provocó un cristo mediático de la ostia, causa última del desencadenamiento de una telenovela sensacional en el cuerpo directivo de los mossos d’esquadra.

Y a la resaca de todo esto para el 26 de marzo, y bajo todo tipo de alarmas y coacciones mediáticas que hacían prever una batalla digna de Braveheart Canaletes, prosiguió el entretenido circo con las divertidas declaraciones de Hereu haciendo de sheriff de longaniza y amenazando de las consecuencias de que la mani bajara por la rambla; la UB emitiendo comunicados donde dejaba claro que la huelga no afectaría a la normalidad del Centro y las asambleas de estudiantes aclarando que no harían piquetes y que prohibían a elementos indeseables participar en su protesta…

Por cierto, mágica la solución de la consejería de interior y del colegio de periodistas de hacer llevar a las periodistas una armilla chillona, para que no reciban las ostias que les toca a otras, ya se sabe, profesión peligrosa la suya… ¡Vaya tela!

Así se cerraba de nuevo el círculo del consenso, amparado en los mass media, los progres se lamentaban de los excesos de los mossos, de forma tibia ya que sabían que habían hecho lo que saben y tienen que hacer, y las conservadoras exigían una mano dura que les haga sentir siempre más seguras. Pero todas cerrando filas alrededor del monopolio de la violencia, desde les declaraciones de la momia de Pujol a las acojonadas “líderes” estudiantiles, se cuestionaba el error, o no, del mando que dictó la orden de la carga, sin cuestionarse el papel real de las policías en el mantenimiento del orden, el que siempre han tenido como fuerza terrorista bajo las órdenes de los estados y las capitalistas para defender el sistema de la sagrada propiedad, las mercancías y el dinero, e imposibilitar otras formas de organizar nuestras realidades.

Al final, de nuevo, la normalidad enfilaba por las calles porque aquí moviéndonos entre los límites que nos marca el consenso democrático y el convencimiento del espectáculo mediático, no cambia nada.

4. ¿Y donde estábamos nosotras?

A pesar de que algunas de nosotras nos acercamos en algún momento a esta nueva etapa de la lucha estudiantil, la mayoría del entorno antiautoritario se ha mantenido a distancia.

El posicionamiento general dentro de nuestros espacios hacia las estudiantes y sus luchas reproducen y refuerzan el aislamiento y el reformismo de estas. Es decir, el hecho de asumir que las cosas que se hagan en las facultades no nos importan porque no estudiamos hace que esta imposibilidad de establecer alianzas entre las explotadas se mantenga, y al mismo tiempo que los discursos y prácticas sean democráticamente absorbidos por su falta de radicalidad.

Este hecho no es tan solo exclusivo en relación a las estudiantes sino que se hace extensible al mundo laboral, a las luchas en defensa del territorio, contra los planes urbanísticos, etc. En resumen, autoexclusión de todo aquello que no sea hecho por libertarias y para libertarias.

El sectarismo en el que estamos acostumbradas a movernos está influenciado mucho más por nuestra incapacidad de digerir el desconcierto de la propaganda postmoderna que de una confianza en nuestras maneras de hacer. A causa de esta confusión, a falta de un pensamiento crítico y de una comunicación real entre nosotras, acabamos construyendo un movimiento ficticio gobernado por las modas. Frente esta falta de estrategia en nuestras luchas el activismo suele ser la forma más común de actuar. Y esta no genera procesos revolucionarios, solo frustración y más frustración.

El hecho que el movimiento anarquista esté disperso, sin un trabajo incisivo y visible provoca que muchas veces no encontremos los cómplices que nos gustaría y que a la vez no nos encuentren. En definitiva, nosotros no existimos más que como la imagen espectral que dan de nosotras, de vez en cuando, en los medios de comunicación. Y es esa dispersión, esa volatilidad, esa falta de constancia y, muchas veces, esa incapacidad para la comunicación que tanto nos perjudica, lo que nos niega la posibilidad de ser un referente político. Es esa ausencia de discurso en la calle lo que niega muchas veces la capacidad comunicativa de la práctica”9.

Creemos profundamente que si hay gente que considera tan diferentes a las estudiantes que les cuesta hacer cosas con ellas, más les costará si sigue dejando que pase el tiempo. El espacio y los recursos que dan las facultades, el hecho que mucha gente se politice en la universidad, son motivos suficientes para estar allí. En los estados francés y griego, donde las luchas estudiantiles son mucho más decididas, las anarquistas y autónomas tienen una presencia importante. Hecho que no tendríamos que desestimar teniendo en cuenta la consecuente implicación del mundo estudiantil en otras luchas fruto de estas alianzas.

Con todo esto, queremos decir que es mucho más fácil criticar las contradicciones de las luchas, pero que es asumiéndolas y participando como se las pueden superar. Y que aunque a veces haya sectores que no tengan los mismos planteamientos teóricos y/o prácticos que nosotras, tenemos que estar dispuestos a embarrarnos y probar. Ya que “entendemos que nuestra sociedad es demasiado compleja y extensa como para pensar que las revueltas se protagonizarán por personas que compartan unas mismas ideas, la lucha contra el estado de las cosas es un camino compartido con gentes de distinto pelaje, que evolucionamos, aprendemos y enseñamos”10. Vamos tirando, y que sea la práctica y no la ideología la que marque si nos estamos equivocando.


1 “el eje alrededor del cual gira la sociedad posmoderna ya no es, tal y como lo fue en la modernidad, la producción, sino que ahora es la comunicación (en su sentido restringido al trasvase de la información) y la rapidez con la que esta puede darse”. Apuntes sobre el deseo y la necesidad de pegarle fuego a la posmodernidad, Taller de investigaciones subversivas UHP.

2 Ibid.

3 .”La base fundamental de la acción libre es el diálogo. Ahora bien (…) se puede hablar de libertad solo en libertad. Si no se es libre al responder, ¿para qué sirven las preguntas? El diálogo existe sólo cuando los individuos pueden hablar sin mediaciones, o sea cuando están en una relación de reciprocidad. Si el discurso se desarrolla en un único sentido, no hay comunicación posible. Si alguno tiene el poder de imponer las preguntas, el contenido de estas últimas le será directamente funcional (y las respuestas llevarán en el método mismo el marco de la sujeción). A un súbdito sólo se le pueden hacer preguntas cuyas respuestas confirman su rol de súbdito. Es desde este rol que el amo formulará las futuras preguntas. La esclavitud consiste en seguir respondiendo, puesto que las preguntas del amo se responden por si solas.” Ai Ferri corti, contra lo existente, sus defendorxs y sus falsxs críticxs.

4ERT, European Round Table of Industrialists, poderoso lobbie de multinacionales que ya en 1995 había hecho y presentado sus informes a la CEE.

5Contrat Première Embauche (contrato de primera ocupación, CPE), que daba opción a despedir a trabajadoras jóvenes en los dos primeros años sin necesidad de justificación ni indemnización.

6 “ El movimiento contra el CPE no dudó en bloquear estaciones, circunvalaciones, fábricas, autopistas, supermercados e incluso aeropuertos.” La insurrección que viene. Comité invisible.

7 No es el objetivo de este texto profundizar sobre les miserias y los aciertos de las organizaciones sindicales. En otra ocasión si conviene o se impone como necesidad participaremos del debate que se abra alrededor del sindicalismo.

8Rector de la UB que autorizó la entrada de los mossos en la universidad para efectuar el desalojo de la ocupación del edificio histórico de la plaça Universitat.

9Sobre la participación en los conflictos laborales. Pensamientos alrededor de una huelga de autobuses.

10Ibid.

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–extraido da Terra Cremada n. 1

 

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