Desde: Blog Marginadxs.
Extraído de Ekintza Zuzena
Introducción: algunas definiciones y explicaciones
Toda lucha potencialmente emancipadora que se dé entre los explotados y desposeídos debe basarse en la autoorganización autónoma. Como anarquistas, solemos encontrarnos también entre los explotados y, por ello, tenemos toda la razón para participar en dichas luchas e impulsarlas. Pero como tenemos ideas específicas sobre cómo queremos llevar a cabo nuestras luchas y un objetivo revolucionario específico, nuestra participación toma la forma de una intervención que busca mover las luchas en una dirección específica. Como no tenemos ningún deseo de ser una especie de vanguardia o liderazgo o de vernos atrapados en el mísero juego del politiqueo, nos encontramos en la tensión de intentar vivir nuestra concepción de la lucha y la libertad dentro del contexto de una realidad opresiva, de intentar encarar los problemas cotidianos con que nos enfrentamos rechazando a la vez jugar según las reglas de este mundo. Así, la cuestión de la autoorganización autónoma y la intervención anarquista es un problema recurrente que debe ser abordado, rechazando caer en respuestas fáciles o en la fe en las panaceas organizativas. Para comenzar a explorar esta cuestión, empecemos con algunas definiciones y explicaciones.
Autoorganización autónoma
Cuando hablo de autoorganización autónoma, me refiero a un fenómeno específico que tiende a surgir cuando las personas, molestas por sus condiciones de vida y después de haber perdido la fe en aquellos en quienes había delegado para actuar por ellas, deciden actuar por sí mismas. La autoorganización autónoma, por consiguiente, nunca se manifiesta en la forma de un partido político, un sindicato ni ningún otro tipo de organización representativa. Todas estas formas de organización pretenden representar a la gente en una lucha actuando en su nombre. Y lo que define precisamente a la autoorganización autónoma es el rechazo a toda representación. Partidos, sindicatos y otras organizaciones representativas tienden a relacionarse con organizaciones autónomas sólo en calidad de recuperadores de la lucha, esforzándose en hacerse con el liderazgo e imponerse como portavoces del conflicto, normalmente con el objetivo de negociar con los que gobiernan. Así, sólo podemos verlos como usurpadores potenciales allí donde aparezca una verdadera revuelta autoorganizada.
La autoorganización autónoma tiene ciertos rasgos esenciales que la definen. En primer lugar, es no jerárquica. No hay un liderazgo o autoridad institucional o permanente. Mientras alguien que demuestre ser particularmente entendido en un asunto específico relacionado con la lucha concreta recibirá la atención que merece por tal conocimiento, no puede permitirse que esto se convierta en la base de un papel de liderazgo permanente, porque eso minaría otra rasgo esencial de la autoorganización autónoma: la horizontalidad de la comunicación y de las relaciones. Esto significa personas que se comunican unas con otras, interactuando, expresando necesidades y deseos abiertamente, discutiendo realmente los problemas a que se enfrentan juntas y en términos prácticos, sin ningún liderazgo para someter esta expresión a una línea preestablecida. Esto nos lleva a otro rasgo, que puede ser controvertido para los ideólogos colectivistas, pero que es la única manera de preservar los dos primeros rasgos: la unidad básica de la autoorganización autónoma es el individuo. Si no, podrá aducirse que todos los estados y las empresas son formas de autoorganización autónoma, porque se organizan a nivel institucional y colectivo, pero los individuos que conforman su componente humano están definidos por estas instituciones y situados de acuerdo con las necesidades institucionales. Así que la autoorganización autónoma es ante todo el individuo que organiza su lucha en sus propios términos contra los condicionamientos que este mundo ejerce sobre él. Pero entre los medios necesarios están las relaciones con otras personas, así que la autoorganización autónoma también es una práctica colectiva. Pero esa práctica colectiva no se basa en someter a los individuos a una organiz
ación que les es impuesta, sino en el desarrollo de relaciones de apoyo mutuo entre ellos, en las que descubren las áreas comunes en sus luchas y necesidades, afinidad en sus sueños y deseos. Se podría decir que la autoorganización autónoma es el desarrollo de una lucha compartida basada en el apoyo mutuo para la realización plena de cada individuo involucrado. Para aclarar un poco más este punto (y contrarrestar rápidamente una dicotomía falsa que suele darse en medios revolucionarios), se puede entender en términos de lucha de clases revolucionaria. Mientras que los detalles varían, los revolucionarios antiestatistas y anticapitalistas suelen estar de acuerdo en que la «tarea revolucionaria» de la clase explotada es abolirse a sí misma como clase, aboliendo al mismo tiempo la sociedad de clases. ¿Qué significa eso y cuándo sucede en el transcurso de la lucha? A mi entender, eso significa precisamente el reencuentro de uno mismo como individuo con sus propios deseos, necesidades y sueños, lo cual no tiene nada que ver con lo que el capital tiene para ofrecer; deseos, necesidades y sueños que se realizan mejor en la libre asociación con los demás basada en el apoyo mutuo y la afinidad.
ación que les es impuesta, sino en el desarrollo de relaciones de apoyo mutuo entre ellos, en las que descubren las áreas comunes en sus luchas y necesidades, afinidad en sus sueños y deseos. Se podría decir que la autoorganización autónoma es el desarrollo de una lucha compartida basada en el apoyo mutuo para la realización plena de cada individuo involucrado. Para aclarar un poco más este punto (y contrarrestar rápidamente una dicotomía falsa que suele darse en medios revolucionarios), se puede entender en términos de lucha de clases revolucionaria. Mientras que los detalles varían, los revolucionarios antiestatistas y anticapitalistas suelen estar de acuerdo en que la «tarea revolucionaria» de la clase explotada es abolirse a sí misma como clase, aboliendo al mismo tiempo la sociedad de clases. ¿Qué significa eso y cuándo sucede en el transcurso de la lucha? A mi entender, eso significa precisamente el reencuentro de uno mismo como individuo con sus propios deseos, necesidades y sueños, lo cual no tiene nada que ver con lo que el capital tiene para ofrecer; deseos, necesidades y sueños que se realizan mejor en la libre asociación con los demás basada en el apoyo mutuo y la afinidad.
Cuando, en el transcurso de una lucha, los explotados empiezan a encontrar los métodos de organizar su propia actividad juntos, este proceso de abolirse a sí mismos como clase ya ha empezado, pues están empezando precisamente a hablar y a actuar unos con otros como individuos. Finalmente, la autoorganización autónoma es práctica. No supone la consolidación de una organización formal para representar nada. Es más bien la unificación de los elementos necesarios para la realización de las diversas tareas y actividades necesarias para la lucha en particular. Esto tenderá a incluir el desarrollo de medios de comunicarse, medios de coordinar acciones, medios de reunir las herramientas necesarias, etc. Como veremos más adelante, en las luchas a gran escala tienden a formarse asambleas para discutir lo que es necesario; no son estructuras definidas sino más bien métodos específicos para abordar los problemas que se presenten.
Intervención anarquista
Los anarquistas solemos contarnos entre los explotados y desposeídos. Así, tenemos una necesidad inmediata para luchar contra este orden social. Al mismo tiempo, llegamos a estas luchas cotidianas con una perspectiva revolucionaria consciente y con ideas específicas sobre cómo abordar dichas luchas. Así, es inevitable que nuestra participación como anarquistas tome la forma de la intervención. Por eso conviene considerar lo que hace de nuestra participación una intervención.
En primer lugar, llegamos a cada lucha con una perspectiva revolucionaria consciente. Sea cual sea la causa específica que provoca un conflicto, lo reconocemos como un aspecto del orden social que debe ser destruido para abrir las posibilidades de una existencia libre y autodeterminada. Los conflictos y las revueltas suelen ser provocados por circunstancias específicas, no por el reconocimiento masivo de la necesidad de destruir el Estado el capital y todas las instituciones al servicio de la dominación y la explotación. La intervención anarquista, por consiguiente, intenta extender el conflicto más allá de la causa circunscrita que lo provoca, para apuntar, no sólo con palabras, sino mediante la acción, la conexión del problema específico con la realidad más amplia del orden social que nos rodea. Esto incluiría encontrar y exponer los lazos comunes entre varias luchas, así como las diferencias que pueden potenciar una revuelta más vasta.
Puesto que los anarquistas llegamos a toda lucha con una perspectiva revolucionaria específica, nos interesa proponer una metodología de la lucha que contenga esta perspectiva, una metodología de principios que proporcione una base para nuestra complicidad en cualquier lucha. La metodología de la que hablo no es sólo para la lucha sino algo que aplicar a todo en la vida hasta donde sea posible. Primero, la lucha debe ser llevada a cabo con una autonomía completa respecto a todas las organizaciones representativas. Tenemos que reconocer a los partidos y sindicatos como usurpadores y determinar nuestras actividades específicas en toda lucha por nosotros mismos, independientemente de sus demandas. Segundo, nuestra práctica tiene que ser la de la auténtica acción directa, imaginando cómo acometer por nuestra cuenta las tareas específicas que nos planteamos nosotros mismos, sin pedirle a ninguna autoridad o «representante» de la lucha que actúe por nosotros. Tercero, tenemos que permanecer en conflicto continuo con el orden social al que nos oponemos en relación con el asunto específico que nos concierna, manteniendo nuestros ataques para mostrar claramente que no pensamos dejar que nos recuperen. Cuarto, tenemos que permanecer a la ofensiva, rechazando la negociación o el acuerdo con los que estén en el poder. La metodología conlleva tanto el principio de autoorganización como la necesidad revolucionaria de destruir el orden gobernante actual.
Dada la naturaleza de nuestras aspiraciones anarquistas, nuestra intervención en luchas siempre se expresará como una tensión en varios niveles. En primer lugar, como he dicho la mayoría de nosotros se cuenta entre los explotadas y desposeídos del presente orden social, no entre la clase dirigente o gestora. Así, nos enfrentamos a las mismas realidades que los que nos rodean, con el mismo deseo de una liberación inmediata. Pero también tenemos el deseo de un mundo nuevo y queremos llevar este deseo a todas nuestras luchas, no sólo en palabras, sino en el modo en que pasamos a la práctica. Así, está la tensión de moverse de forma voluntarista hacia la autonomía y la libertad bajo condiciones opresivas. Además, tenemos formas específicas en que deseamos participar en nuestras luchas y vivir nuestras vidas. Estos métodos se basan en las relaciones horizontales y el rechazo a la jerarquía y el vanguardismo. Así que se da la tensión de esforzarse en encontrar medios para extender nuestras concepciones de cómo participar en la lucha impulsando tendencias ya existentes hacia la autoorganización, y la acción directa que no cae en los métodos del evangelismo político. Después de todo, estamos tratando de relacionarnos como camaradas y cómplices, no como líderes. En cierto sentido, la intervención anarquista es la cuerda floja entre vivir nuestra propia lucha en nuestras vidas cotidianas y la búsqueda de vías para conectar esta lucha con las luchas de todos los explotados, la mayoría de los cuales no comparten nuestras perspectivas; una conexión necesaria si pretendemos movernos en la dirección de la insurrección social y la revolución. Un paso en falso en una dirección encierra a nuestra lucha en sí misma, transformándola en un hedonismo radical individualista sin relevancia social. Un paso en falso en otra dirección la convierte en otro partido político (sea cual sea el nombre que se le dé para ocultar este hecho) en vela para controlar la lucha social. Por esa razón no debemos olvidar que no buscamos seguidores o adherentes, sino cómplices en el delito de la libertad.
La intervención anarquista puede ocurrir en dos circunstancias: cuando se desarrolla una lucha autoorganizada de los explotados o cuando una situación específica exige una respuesta inmediata y los anarquistas se afanan en impulsar métodos autoorganizativos de respuesta. Un ejemplo de la primera situación sería un movimiento de huelgas salvajes en el que los anarquistas pudieran expresar su solidaridad, apoyar la extensión de la huelga, exponer las traiciones de los sindicatos, compartir una crítica más amplia de los sindicatos como institución y compartir ideas de métodos distintos de enfrentarse a la vida y al mundo distintas del trabajo asalariado para mantener un cierto nivel de vida. Veremos más adelante algunos ejemplos. El segundo tipo de intervención sería algo así como, por ejemplo, actuar frente a la construcción de una base de misiles nucleares en la zona donde vive uno o el asesinato de personas pobres o marginadas a manos de la policía. Estos hechos requieren una respuesta inmediata, y los anarquistas que se enfrentan a tales situaciones querrán poner en práctica y alentar respuestas autónomas utilizando la acción directa antes que dirigir peticiones a quien esté en el poder. El medio preciso con que podrán intervenir los anarquistas variará dependiendo de las circunstancias, pero se trata de impulsar siempre la tendencia hacia la autonomía, la autoorganización y la acción directa antes que apostar por una perspectiva política.
(Texto extraído del periódico «Anarchy» , EEUU)