Acabo de comenzar mi quinceavo año encarcelada.Y a lo largo de todos estos cuatro mil y pico días me han hecho malvivir en once cárceles: Fleury-Mérogis, Fresnes, Osny. Bapaume. Douai, Soto del Real, Avila. Valencia, Puerto de Sta. María, Badajoz, y ahora Granada*. En todas ellas he conocido mujeres de todo tipo y condición, con algunas de las cuales me une aún una fuerte amistad, diferente a la que se conoce en la calle. más profunda, más callada, más fruto de sentimientos y entendimientos que de diversión, aunque la sonrisa y la alegría no nos faltaron ni nos faltan nunca (no permitimos que eso ocurra). Muchas de esas mujeres me marcaron especialmente, y con todas hablé, compartí vivencias, sueños, deseos, realidades muy duras… y, sobretodo, confianza. Ellas se abrieron de par en par y me ofrecieron sus historias,las que nadie más conoce ni escucha. Las que quedan escondidas, ocultas bajo las apariencias o las buenas formas. e incluso maquilladas por la tinta de las rotativas y los rótulos televisivos.
Son historias que hablan de las debilidades humanas, de los sentimientos, de lo que puede llegar a suponer para una mujer vivir encasillada, impotente tolerando todo lo que una vida estereotipada nos marca a cada una.
Tal y como digo en esa especie de prólogo tras el poema de entrada. todo lo que cuento es absolutamente cierto. Mis propias experiencias se unen a las de las demás para crear un todo en el que nos confundimos, ya sin identidades, sólo con un factor común: el dolor. Porque se sufre, se sufre mucho. Quise contar esas historias de una manera diferente, que llegara verdaderamente a cada Daniela, cada María, cada Idoia, Ana., Maite o Monserrat, es decir a cualquier mujer de cualquier lugar que ha sentido o siente en una relación (o en general) que no conduce su vida. que sus días se resumen en asumir nuevas desilusiones y nuevos dolores. nuevas heridas que se van acumulando y que, porque nos han condicionado así, hemos aprendido a asimilar para seguir, para no abandonar, comprensivas ante lo inaceptable, olvidándonos de nosotras mismas. Los nombres de estas mujeres, aunque también corresponden a las protagonistas en su mayoría, son lo de menos. No quería focalizar la atención sobre un ámbito geográfico, carcelario o social determinado utilizando, por ejemplo, nombres de origen vasco, como alguien me ha sugerido. No es el sentido de este libro. Digamo que aquí huyo de lo que no sea universal. Porque quiero llegar a todos, y a todas partes. “Llegar”, en el sentido de “atteindre” (en francés), es decir: alcanzar, contactar, herir, alterar, perturbar… Es necesario,es el primer paso para el cambio, la revolución, en la conducta de las mujeres. que debe darse.
Efectivamente. en los últimos años salen a la luz casos de malos tratos, de asesinatos, de esta llamada “violencia de género”, que siempre han ocurrido, pero que antes no contaban con luz y taquígrafos… No obstante. falta algo, en mi opinión: una perspectiva interior de las propias mujeres, algo que nos toca tener en cuenta a nosotras mismas, cuando seamos capaces de hacerlo. Aún debemos quitamos muchas máscaras, asumir demasiadas actitudes erróneas y enfrentarnos a ellas, cambiarlas porque se han convertido en hábitos y costumbres que nos llevan a callejones sin salida en nuestras relaciones con los hombres, con todo el mundo en general. y también con nosotras mismas. Necesitamos una toma de conciencia. y será doloroso, pero saludable y liberador. Algunas de nosotras ya estamos pasando por ello.
A todo esto quise añadir algo más: la situación especial que atraviesan las mujeres encarceladas, las grandes olvidadas. Las mujeres. Que, cuando son ellas las que están fuera, asisten a sus hombres, les visitan, recorren centenares de kilómetros, se ocupan de ellos dentro, que no les falte de nada, de los hijos fuera, del hogar que ya no lo es (porque falta “él”), de subsistir;… Bien. qué fuerza, qué esfuerzo, qué tesó,. cuánto cariño, cuánto empeño… Pero…¿qué ocurre cuando son las mujeres las que están dentro? Si los locutorios de las cárceles de mujeres con largas condenas pudieran hablar, nunca podrian contar algo así. Conocen a madres, padres, hermanos pero no maridos, ni novios, ni compañeros que semana tras semana, mes tras mes, año tras año… sigan ahí. Habrá algunos, tal vez los haya habido, pero son casi como leyendas urbanas… y eran casos en que sus compañeras tenían pocos años de condena, cinco… seis, a lo sumo. Esto es algo que me marró mucho, sobretodo en la cárcel de Bapaume, en el Estado francés. Unas cien mujeres… y apenas media docena de locutorios ocupados algún fin de semana… y siempre por familiares… Aquel silencio… el vacío… era algo que había pasado a formar parte de ellas, de las mujeres presas. Sentí que debía contarlo, y por eso escribí el guión de aquella película, la realicé, la monté… y seguramente por ello recibió los premios que recibió… Pero aún me quedaba por contar el resto, y aquí está.
No sé si esperáis algún tipo de ensayo, o escrito similar con grandes frases productos de concienzudos estudios sociológicos, estadísticas, teorías, concepciones… No hay nada de eso mirado así, pero el temario social, político, cultural, económico incluso, es visible para quien quiera verlo, o para quien esté capacitado para ello, y no es falsa modestia o vanidad, ni quiero pecar de presuntuosa… pero considero que hace falta una cierta dosis de sensibilidad para entender lo que trasciende de estas historias, para no limitarse a leerlas como meros testimonios, para no cerrar los ojos una vez más a una realidad de la que todos formamos parte y en la que también influimos y actuamos. Yo voy a las tripas de las vivencias. A lo humano,como decía al principio: a sus miserias y debilidades, a sus grandezas y capacidad de superación, de no rendirse.
Es, además, un homenaje a todas esas mujeres. las que me hablaron, las que sufrieron de nuevo contándome sus experiencias, sus vidas, sus desgarros… sus valentías… sus abandonos… y también a todas las que siguen, permanecen en la sombra del silencio y del olvido cotidiano.
Tras los muros o ahí fuera. y que no saben dónde está la llave o la puerta que se abra para tomar conciencia de lo que les ocurre y decidir vivir, decidir su vida, quererse,… dejar de ser el umbral del dolor.
Espero que os llegue.
Idoia López Riaño.
Albolote. Granada 2009
*(N.d.e: Idoia se encuentra en la cárcel de Zaballa, Araba. En la actualidad lleva 18 años presa, 7 años en el estado francés y once en el estado español. Su condena asciende a más de 2000 años de prisión)
Prologo del libro Desde El Umbral del dolor editado por Autodefentsa
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