Desposesión
Problematicemos un poco el término para no hacer de él una lectura ideológica que atribuiría al pasado virtudes que no tiene (para decirlo de forma fácil, para no caer en aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor), como si las formas de vida preindustrial fueran mejores que las actuales y en las que la desposesión no hubiera llegado tan lejos.
Primero, no podemos comparar el grado de desposesión entre épocas: si vivía mejor un campesino medieval o un obrero del siglo XVIII…, no hay parámetros comunes para hacer tal cosa. Y segundo, sabemos de nuestro pasado formas de desposeimiento atravesadas por un discurso religioso, atávico, heterónomo, formas de vida organizadas en torno a la iglesia, sometidas al trabajo esclavo,….
Lo cual no quiere decir que no podamos rastrear en el pasado para ver formas de vida comunitaria, revueltas para no perder aquello que de más humano hay en nosotros, para saber de nuestra historia y no de la historia escrita desde el poder, pero sin convertir la historia en ideología. La crítica a la civilización industrial no la hacemos desde el pasado sino desde el presente, o mejor desde el futuro, desde el porvenir que viene a modificar la sociedad existente.
Hay otro concepto que puede ayudarnos a ensanchar ese de desposesión y es el de alienación. A mediados del siglo XIX, los primeros críticos del modo de producción y de vida capitalista utilizaron el término de alienación. Bauer, Hess, Feuerbach, Marx.. hablaron de alienación religiosa (el hombre proyecta fuera de sí su ser y se pierde en la ilusión de un mundo trascendente), de alienación política (el hombre se pierde en la ficción de un espacio separado –el Estado- donde todos seríamos iguales: ciudadanos), de alineación económica, el hombre separado de su producto.
Y hablaron también del fin de la alienación, lo cual puede interesarnos al hablar ahora de desposesión. El fin de la alienación es su realización. “Aufheben” es a la vez suprimir y realizar. Suprimir la propiedad privada es realizar la propiedad colectiva, suprimir la religión es realizar el deseo humano que hay detrás de la pregunta por lo maravilloso y lo poético, suprimir el dinero no es la vuelta a un pasado miserable sino la realización de una vida exuberante,…
Sociedad industrial
Hablamos de la sociedad industrial como sociedad capitalista y técnica, y vamos a fijarnos en aquellos rasgos que mejor nos ayuden para entender de qué desposesiones hablamos al decir que la sociedad industrial nos desposee.
Capitalista
Lo peculiar de este modo de vida y de producción de mercancías es que en la producción de objetos (mercancías) se busca no su valor de uso sino su valor de cambio, valor que en la evolución del modo de vida capitalista va en aumento mientras el valor de uso de la mercancía tiende a cero. El valor de uso es pues, en este sistema, la coartada del valor de cambio. No es pues tanto un sistema de producción de objetos para satisfacer unas necesidades, sino un sistema de creación de necesidades que demandarán la producción de objetos: simplificando y para entendernos, si produce bebidas no será tanto para apagar la sed sino para propiciarla. Produce pues la necesidad misma. En este sistema, escribe Marx, “la producción no solamente proporciona materiales a la necesidad sino que proporciona también una necesidad a los materiales, de modo que la producción no solamente produce un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto” (1857, Prólogo a la “Contribución a la crítica de la economía política”).
El objeto producido es un objeto abstracto, cuya utilidad es el beneficio. La lógica que preside este sistema es la de la obtención del máximo beneficio (valorización / acumulación de capital), lógica que ha de atravesar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, lo que sitúa la crisis de este sistema no en su mejor o peor funcionamiento sino en su misma esencia. Es esta misma lógica la que preside la tendencia a ocupar todo el espacio, su tendencia a convertir todo en mercancía, toda actividad en trabajo asalariado, toda actividad artística en espectáculo, su tendencia a capitalizarlo todo, a que no quede nada exterior a esta relación mercantil, hasta convertir la relación que en la producción se instaura entre los hombres en la forma de relaciones entre cosas.
Técnica
También los primeros críticos de la sociedad capitalista nos sirven para iniciar esta comprensión de la sociedad como sociedad técnica. El capital propicia un espectacular crecimiento de la técnica, crecimiento regido por el principio de la máxima eficacia. La eficacia va a situarse por encima de cualquier otra dimensión.
Para Marx la técnica no es un fin sino un medio. Mediación para satisfacer el deseo-necesidad. El hombre al no encontrar en su medio al satisfactor lo produce artificialmente (la Naturaleza no produce locomotoras, ni pianos,..): Surge el acto propiamente humano, ya que el consumo nos iguala al animal. En el paso de la manufactura a la gran industria Marx capta ya la importancia de la ciencia y de la técnica como fuerza productiva directa. Escribe en los Grundrisse (1856): “En la medida que la gran industria se desarrolla, la creación de riqueza efectiva se vuelve menos dependiente del tiempo de trabajo empleado que del poder de los agentes puestos en movimiento durante el tiempo de trabajo, poder que no guarda relación alguna con el tiempo de trabajo inmediato que cuesta su producción sino que depende más bien del estado general de la ciencia y del progreso de la tecnología, o de la aplicación de esta ciencia a la producción”. Para Marx el problema de la técnica está en su uso. Cuando habla de los ludditas en El Capital dice que “hace falta tiempo y experiencia antes de que los obreros, una vez han aprendido a distinguir entre la máquina y su uso capitalista, dirijan su lucha no contra el medio material de producción sino contra el modo social de explotación”. Para Marx la técnica (fuerzas productivas) no es sólo neutra sino positiva. Marx no cuestiona ni los objetos producidos ni los medios de producción, sino sólo la apropiación que de ellos hace el capital.
Para los críticos Ellul, Mumford, Anders, la cuestión no está en su uso sino en su esencia misma. Si, como dice Ellul, hasta la revolución industrial (s. XVIII) la técnica sólo se aplicaba a campos restringidos, los medios técnicos que se aplicaban eran limitados, su evolución era lenta, y al hombre le quedaba al posibilidad de escoger, todos estos caracteres desaparecen en el actual desarrollo técnico; en nuestra civilización la técnica no tiene límite, se extiende a todos los campos, recubre toda la actividad del hombre, engloba toda la civilización.
Ante el fenómeno técnico desaparecen la ética, la búsqueda de un sentido, la metafísica y el lenguaje. El hombre pre-técnico vive en un escenario humanista donde imperan la finalidad y el sentido. La técnica no tiene una finalidad, carece de sentido, funciona, progresa de manera puramente causal, por autocrecimiento, receptiva sólo a la intro-información. Proponerle un fin, pensar que la técnica no es más que un conjunto de medios al servicio de unos fines, es no entender el significado de la técnica. Es ilusorio pues distinguir entre un buen uso y un mal uso de la técnica: sólo tiene un uso, el uso técnico. Pedirle a la técnica otro uso es pedirle que no sea la técnica: no hay diferencia entre la técnica y su uso. Hoy la T se ha vuelto autónoma respecto a otras instancias: lo que se puede hacer se hará.
Formas de desposesión.
Intentaremos dar unas pinceladas, a modo de ejemplo, sobre algunas formas de desposesión: de la tierra, del lenguaje y sobre el papel de la imagen en esta sociedad. Todas estas y las demás desposesiones comportan la pérdida de determinados saberes y formas de vivir. Estas cuestiones las hemos tratado en las revistas Etcétera, sobre todo en los nº 31, 32, 33, 38, 39 y a lo que allí escribimos nos remitimos.
En primer lugar puntualizar que adueñarse de algo y poseerlo en exclusividad, suele ir unido a desposeer a otros de algo. Y ambos conceptos, son producto de una determinada forma cultural, de una civilización con una determinada estructuración social que impone una sociedad jerarquizada, bajo un Estado, dividida en clases y donde el concepto de propiedad privada es primordial. La propiedad privada tiene como principal condición de transformar a los seres humanos en seres “privados de”: de libertad, de autonomía, de poder de decisión, etc. Finalmente privados del deseo de aprender a vivir su propia vida.
Es importante remarcar que una sociedad así, estratificada piramidalmente, basada en la imposición del trabajo a muchos para el beneficio acumulativo de unos pocos, es un hecho reciente respecto a la existencia total de la humanidad en el mundo. En realidad hará aproximadamente unos 10.000 años que unos núcleos de sociedades estatalizadas lograron imponerse en algunas áreas fluviales, junto a ríos como el Nilo, el Tigris y el Eufrates, el Indo o el Amarillo.
Es evidente, pues, que de la misma manera que la historia de la dominación corre paralela a la historia de la explotación. La historia de la acumulación de riquezas por unos pocos corre paralela a la historia de la desposesión o alienación de otros muchos.
No hace ni 200 años que la idea de propiedad privada era aún extraña para una gran parte de la humanidad. La relación con la tierra y demás medios naturales era para muchos pueblos del planeta, a lo sumo lo que Marx denominaba, “la relación de su comunidad con sus condiciones de producción”, cultivaban o cazaban para poder vivir, no para acumular y especular usureramente, obligando a la mayor parte de la sociedad a malvivir.
En el año 1855 los pueblos Dewamish, que vivían en lo que ahora es el estado de Washington contestaron a los invasores europeos que querían comprar sus tierras:
El Gran Jefe Blanco de Wáshinton ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego a tomar estas tierras. ¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Está es para nosotros una idea extraña. Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?
El triunfo del sistema capitalista simbolizado en la llamada Revolución industrial inglesa y en la toma del Estado por la burguesía en Francia (1789), es en realidad el resultado de un proceso en el tiempo, que dura más de dos siglos, en el que se solapan formas del sistema feudal y formas de un capitalismo iniciático con la burguesía comercial como clase que lo impulsa.
Precisamente en Gran Bretaña, se inicia en el siglo XVII el proceso de cercar las tierras que durante siglos habían sido comunales y de “campos abiertos” y que habían escapado al control feudal. Este proceso, de cercar tierras, tuvo su culminación en el siglo XIX. Esto significaba que las tierras pasaban, tras ser compradas a la corona (el rey era propietario por la gracia de Dios), a ser propiedad privada, la mayoría, de unos pocos terratenientes procedentes de la burguesía enriquecida que vallaron las tierras y expulsaron masivamente de ellas a los campesinos de unos lugares donde habían vivido durante generaciones.
Los cercados representan uno de los factores que suponen el inicio de un proceso que significará la transformación acelerada de las condiciones de existencia, de las relaciones humanas, de las técnicas de dominación y de las formas de poder, así como las relaciones económicas entre las personas y con las cosas. Los campesinos se transforman en trabajadores que pueden vender su tiempo y su fuerza en el mercado de trabajo por un salario, serán una mercancía más, un objeto que espera ser comprado por un precio. Los cercados ayudaron a sentar las bases del capitalismo moderno, pues todas las tierras pasaron a ser propiedad privada y los campesinos expulsados se trasformarán en los nuevos proletarios. El capitalismo esperaba, y en gran parte ha logrado, poner al mundo entero a trabajar asalariadamente y no olvidemos que la obligación del trabajo para beneficio de otros, es la primera gran alienación del ser humano, es decir, la primera desposesión que sufre.
A partir del siglo XVI, los europeos inician la colonización del mundo. Pero no será hasta los siglos XIX y XX que el capitalismo triunfante, empleando como método la expansión colonial, no logrará apoderarse y saquear el mundo entero. Rosa Luxemburg nos lo señalaba en su texto “La acumulación de Capital”: Cada nueva expansión colonial viene acompañada, como parte del proceso, de una batalla despiadada del capital contra los lazos económicos y sociales autóctonos a quienes también roba con violencia sus medios de producción y fuerza de trabajo. La acumulación capitalista, por su expansión espasmódica, emplea la fuerza como arma permanente. Este proceso de acumulación de capital mediante el colonialismo supuso y supone (actualmente el colonialismo ha adoptado nuevas formas para continuar la acumulación por desposesión), la muerte de millones de personas y el fin de sus culturas y sus sociabilidades. También en Europa, cuyos habitantes fueron los primeros en sufrir la explotación y la dominación del Capital.
El sistema capitalista, partiendo de Europa, puso en marcha una sucesión de cercados y privatizaciones de tierras que extendió por todo el mundo, desde America hasta África, Asia y Oceanía, no escapando a su codicia ni las regiones más inaccesibles, las árticas, las selvas o los desiertos. Todo en la naturaleza se ha convertido en mercancía, la tierra, el bosque, el agua, la vida y la existencia; todo reducido a patrones abstractos de valores económicos y únicamente reconocidos por el lugar que ocupan en el libro de balances de beneficios. Actualmente todo el planeta es propiedad privada de empresas o personas y lo que no es de ellas esta bajo control del Estado del Capital.
Pero no es descubrir nada nuevo el constatar el carácter totalitario del Capital, su forma se desarrollarse es apoderarse y dominarlo todo en el mundo, en busca del máximo beneficio, el cercado total de la Naturaleza y la vida.
El cerco a la vida por parte del capitalismo está llegando a unos límites que pone en cuestión la propia pervivencia (también la de los suyos), hallándonos hoy confrontados a la pregunta: no de cómo viviremos, sino si viviremos (Günther Anders). El proceso de mundialización del Capital ha llegado hasta la vida misma a través de la agroindustria, de la industria química y nuclear, de la biotecnología, etc. El sistema técnico generado por el capitalismo transforma todas las ramas de la vida, la comunicación la salud, la alimentación, etc., y modifica todo el medio que la circunda: el clima, el aire, el agua; sometiéndolo todo a un proceso de apropiación, rentabilización y devastación. Siendo tanta la nocividad que desarrolla, acumula y expande que está llevando la vida a los límites de su extinción.
A la Naturaleza la sabemos más sometida y a las diversas especies que en ella vivimos más alienadas. Todos los seres que poblamos el planeta somos contemplados como objetos útiles, como forma de valor para este gran experimento capitalista, verificando lo que señalo Gunter Anders de que “actualmente el laboratorio tiene la misma extensión que el globo”.
Por ejemplo, las ya grandes empresas productoras de fármacos, químicas, petroleras, de agrotóxicos, de alimentación, de comercialización de semillas y granos, de biotecnología, se han fusionado formando enormes conglomerados mundiales. Tan sólo Cargill, gigante del grano, ahora en poder de Monsanto, controla el 60% del comercio mundial de cereales y sus transacciones igualan el Producto Nacional Bruto de un Estado como Pakistán.
La vida humana está siendo cada vez más cercada y los individuos estamos más alienados, más aislados, en esta masificada y gregaria sociedad.
Otra de las formas más sutiles de alienación a la que nos vemos sometidos es la desposesión del significante del lenguaje y los sentimientos. Ya Freud nos indicaba que “la palabra es poderoso instrumento, por medio del cual podemos comunicar nuestros sentimientos a los demás”.
Llegamos a las cosas a través del lenguaje. Por medio de él nos representamos y explicamos el mundo y a nosotros mismos: quienes somos y donde estamos. Somos a la vez sujetos que miramos y objeto de la mirada del otro, es a través de esta mirada transformada en palabras que nos construimos como individuos sociales, como comunidad. Venimos al mundo como seres hablantes y el lenguaje nos precede como estructura y como hecho social, y en cierta forma nos determina.
Al poder expresar el pensamiento, las palabras adquieren trascendencia. La potencia de poder crear comunicación entre y con los demás, facilitando la expresión de lo pensado por uno y saber lo pensado por el otro.
Y sin embargo es sabido y actualmente se constata más que nunca, que la lengua (como la técnica) no es tan sólo una herramienta neutra que permite la comunicación entre individuos, sino que está atravesada por una multiplicidad de condicionamientos que permiten múltiples manipulaciones ideológicas. Actualmente ya no queda ninguna duda de la importancia que reviste el control del discurso para asegurar y afianzar el control del orden social.
Se domina también a través del lenguaje. El poder por medio de la técnica de la información: radio, prensa, educación, libros, Internet, pero sobre todo la TV, nos precipita un aluvión de flujos continuos de mensajes y consignas, de señales ordenadas jerárquicamente de manera unidireccional, sin posibilidad de responder y contestarlos. Logrando imponer mucho más que una opinión o un discurso determinado, se impone una manera de comportarse socialmente.
Las cuestiones y los temas de los que hablar y como hemos de hablarlos son, señalados, divulgados y ratificados por la voz autorizada y autoritaria de los mas-media, imponiendo un discurso sin réplica. Los términos mil veces repetidos se vuelven comunes y son repetidos mil veces por la gente, sin cuestionarlos, cada vez que hablamos y nos hablan. Así, como loros se repite: “efectos de la burbuja económica”, “volatilidad de la bolsa”, “el efecto nocivo del sistema financiero”, o “elementos radicales violentos”, “terroristas”, “efectos colaterales”, en lugar de asesinados por la guerra, “conflicto laboral” en lugar de huelga; sin olvidar las grandes palabras mágicas: Democracia y Economía (todo el mundo es demócrata de antes de nacer y un experto en el índice nikkei). O bien se suprimen palabras, casi nadie habla de capitalismo, en su lugar se habla de “neoliberalismo”, de globalización, es decir, se hablan de los efectos sin nombrar la causa.
En lugar de solidaridad se nos calienta el coco con “acciones humanitarias”. Solidaridad incluye la noción de igualdad: describe aquellas acciones individuales o colectivas en pro de otros iguales, esperando una reciprocidad cuando sea el caso. Las “acciones humanitarias” lanzadas por la TV o por empresas asalariadas como son las ONGs parten desde el punto de vista capitalista de la no igualdad, del yo superior que merece recoger los beneficios económicos y el otro como victima que espera las migajas de nuestra caridad.
Actualmente la información es directamente propaganda. Ya Jacques Ellul en su libro “Propagandes” (1960), mostraba como la primordial función de esta no es sólo la de difundir unas ideas y hacérnoslas asumir, que también, sino sobre todo, crear o provocar una “ortopraxis”, es decir, un comportamiento correcto que por sí mismo fundamentará una determinada ortodoxia, pensar y hablar correctamente. Gracias al adecuado manejo y manipulación del lenguaje y de la lógica, se produce la verdad y se configura la realidad. La sumisión voluntaria es una de las conductas que mayoritariamente se acepta y se asume como forma de conducta propia.
Otra desposesión es la que se realiza a través de la imagen. Sociedad de la imagen frente a la sociedad del conocimiento
Una de las categorías principales de este mundo capitalista y técnico es que la imagen pasa a ser, como dice Günther Anders, la categoría principal, hasta el punto que si antes había imágenes en el mundo, hoy hay el mundo como imagen.
Siguiendo a Anders, podemos decir que la información televisiva a través de la imagen nos desposee de la experiencia, al darnos a conocer el mundo, no directamente, si no a través de imágenes servidas como un bien de consumo más a domicilio, perdiendo pues por nuestra parte cualquier posibilidad de reflexión y de toma de posesión.
A través de la imagen televisiva nos encontramos con la imposibilidad de distinguir entre realidad y apariencia. La realidad, el acontecimiento se exhibe en un escenario y se convierte en espectáculo. La representación del acontecimiento es lo que cuenta. Pensemos por ejemplo en la cursa del Corte Inglés: su importancia no le viene del acontecimiento en sí, si no de su retransmisión por TV 3. Es lo que Karl Kraus sintetizó con el aforismo: “Al principio era la prensa, después vino el mundo” y lo llevó más allá afirmando que la vida no es más que una copia de la prensa.
Otra consecuencia de la imagen televisiva es la desposesión de nuestra capacidad de intervención. Frente a la pantalla somos pasivos, no podemos hablar, sólo escuchar. Como muy bien explica el cineasta Peter Watkins, el mismo dispositivo televisivo impide la participación. (Monoforma: dispositivo narrativo que utiliza la TV, ráfaga fracturada estructuralmente, repetitiva, hermética a cualquier intento de participación, sin tiempo para reflexionar aquello que se nos representa).
Etcétera, Can Masdeu, 27 junio 2010