Algunas consideraciones personales sobre la lucha minera

Mucho se habla últimamente sobre este asunto, en todas partes. En las calles, en los CSO, en las redes sociales, en los foros, en la prensa burguesa, en los medios y espacios de contra-información etcétera, aflora el debate, y es un debate que, para ser interpretado, necesita que, a priori, se establezcan los términos apropiados para dicha interpretación.

¿Juzgaremos la huelga minera y las acciones que en tal contexto se están desarrollando, desde un punto de vista anarquista?, ¿o en cambio, renunciaremos a nuestros principios como anarquistas para mostrar solidaridades contradictorias, dar méritos a quien no los tiene o sumarnos al morbo de las acciones espectaculares?; de aquí, surgen otras cuestiones, ¿podemos valorar sus disturbios, sus reivindicaciones, sus errores y sus logros desde un punto de vista específicamente anarquista?, ¿conviene hacerlo, o es más prudente abrir horizontes y que la guerra social deje de ser patrimonio exclusivo de uno o más movimientos específicos?, ¿crearía esto más guetos? Son muchas preguntas que nos asaltan a la hora de valorar, desde nuestras singularidades y particularidades tanto individuales como compartidas, esa lucha vecina que demostró al Estado que cuando toca los cojones (¡y los ovarios!) a la gente equivocada, se enfrenta al enemigo en casa.
Bueno, yo por la información que he leído y por lo que he podido saber a través de diferentes fuentes, tengo una postura que intentaré explicar lo mejor que pueda, y que por supuesto, está abierta a debate, a aportaciones, críticas, apuntes y a cualquier otra cosa que queráis señalar o replicar. Esto es una simple valoración personal del conflicto, elaborada desde la distancia y basada en lo que yo, hasta ahora, he podido ver, leer y oír.
Hay que entender una cosa, y es que dentro del conflicto minero, por norma general, predomina un deseo de regresar a sus trabajos. No es un movimiento revolucionario, no es algo que, realmente, vaya a trastocar en gran medida las estructuras de la ideología dominante. Quien se haya pensado que la movida va de eso, o que Asturias es el Exarchia español, puede desencantarse porque de eso nada, y conviene asumirlo para no hacernos ilusiones sin fundamento.
Hay que valorar esto como un asalto más a la clase trabajadora, esta vez en forma de clausura fraudulenta de unas minas de carbón que dan trabajo a numerosas personas, que en caso de que estas cierren, se verían en la ruina más absoluta. Dicho asalto ha acarreado una respuesta a la cual en este país no estamos acostumbradxs, y es que por una vez, lxs explotadxs no se han quedado quietxs ante el saqueo de sus vidas por el capital, ni tampoco se han sentado con las manos en el aire para hacer la pantomima pacifista de turno. Han encendido numerosas barricadas, han sacado del baúl de los recuerdos la rabia, el pasamontañas y sus viejos conocimientos de guerrilla urbana y han lanzado un grito al aire: ¡Con los mineros no se juega!, que ha ido seguido de cohetes pirotécnicos, escombros y una cierta forma de lucha que continúa, si bien no en los términos exactos que a muchxs nos gustarían, una determinada cultura de la violencia política y popular enfocada a resistir contra los embates del Estado al servicio del capital y su asfixiante orden social.
Yo personalmente NO apoyo la minería, lo he dicho desde el principio de las protestas mineras hace un mes y lo sigo manteniendo, pero conviene reflexionar sobre lo siguiente: ¿Cuántxs de nosotrxs estamos cansadxs de repetir lo mucho que odiamos la civilización tecno-industrial?, ¿cuántxs de nosotrxs se han ido a vivir al campo y han sido realmente consecuentes, y cuántxs siguen criticando, por ejemplo, la minería como algo muy contaminante (que lo es) pero sin moverse de sus comodidades urbanas? Ojo, no juzgo a nadie, pues yo soy el primero que sigue sin ser coherente en este punto, pero lo que intento evidenciar es que en determinados momentos, como este, el inamovible purismo ecologista de algunxs (que no está mal, ojo) obstaculiza la posible salida del gueto y la interacción y comunicación con otros grupos de explotadxs que han decidido dar rienda suelta a su rabia, cuando nadie más lo hizo, en un mar de dudas, paz social y contradicciones ahogándonos día tras día. ¿Cuántxs de nosotrxs estaban hace 3 meses quejándose de que en España no estallaba nada y ahora critican abiertamente a quien se solidariza con lxs minerxs por no ser “lo suficientemente anarquista”?
Es cierto que la minería, como labor, como trabajo, como industria, es una mierda, pero no por ello creo conveniente dejar de solidarizarnos con lxs minerxs que están luchando, ni tampoco creo razonable dejar de realizar un análisis en profundidad de la lucha minera para tratar de extraer una lectura que nos ayude a averiguar cómo podemos situar dicha lucha dentro de un contexto más amplio, y de qué forma, como anarquistas y anti-capitalistas, podemos incidir e incluso participar en dicha lucha para intercambiar experiencias y opiniones con ellxs y de ese modo tal vez, y sólo tal vez, lograr salir un poco de nuestras propias jaulas y abrir los horizontes de la guerra social a otros frentes que, al menos en su práctica (que no en sus reivindicaciones ni en sus discursos, ojo, aunque como siempre, hay de todo) han llevado a cabo estrategias de lucha similares a las nuestras, como el sabotaje, el bloqueo de carreteras, el ataque a las FSE y un principio de órgano autónomo de toma de decisiones, formado por nadie más que por ellxs mismxs, una nueva comunidad de lucha al margen de las estructuras sindicales que, desesperadas, ya no son capaces de controlar la huelga, que deviene salvaje (y esto no quiere decir anti-capitalista, sino que poco a poco, se está desencantando del diálogo institucional y está empezando a cansarse de rendir cuentas al Estado y sus perrxs guardianxs). La pregunta que se plantea llegadxs a este punto es… ¿hay anarquistas entre lxs minerxs?, sí, claro que lxs hay. Pero hace falta comprender para no caer en hipérboles meritorias, que aunque sí hay casos de personas anarquistas, del mismo modo que las hay de otras tendencias (y de hecho, no sólo minerxs, sino también personas que han acudido de otras partes del Estado para sumarse a las revueltas e intentar dotarlas de un contenido revolucionario), desgraciadamente, la mayoría busca regresar a la mina, y aquí podemos sacar dos conclusiones confrontadas:
– Por un lado, que el regreso a la mina supone más explotación medio-ambiental, más contaminación y más industrialización, algo a lo que todo planteamiento realmente anti-capitalista debería oponerse por definición, siendo la industrialización el alpha y el omega del desarrollo capitalista contemporáneo, el motivo del capital para justificar una configuración de la vida cotidiana alienada, vacía y miserable, dependiente, predecible y que base la existencia en una sucesión de días iguales, con el alma secuestrada entre las pastillas de anti-depresivos, aspirinas y vitaminas, los sueldos cada vez más bajos, la hipoteca, las relaciones personales mediadas por la tecnología y los putos deseos de tele-tienda. Es el monstruo que convierte a lxs obrerxs en simples objetos de consumo, en simples prostitutas mendigando un polvo (metáfora del trabajo asalariado) del que sacar un pellizco que le permita sobrevivir y seguir adelante en esta no-vida resignada, ya que dada la arquitectura de la sociedad actual, lxs obrerxs son prescindibles y poco a poco, son sustituidxs por máquinas que hacen su trabajo mucho mejor y que además, no se cansan, no piden vacaciones y no hacen huelgas. Al respecto de esto, recomiendo encarecidamente la lectura del panfleto “Terminando con la sociedad industrial y las ilusiones de la izquierda”, editado por el colectivo Libeludd en Francia, con motivo de las movilizaciones contra la reforma regresiva del sistema de pensiones de jubilación (el texto aquí).
Destruir la industria, destruir la mega-máquina y la bestia que la alimenta (la metrópolis), así como los modelos relacionales que esta fabrica e impone, organizarnos en sus márgenes y atacar al mismo tiempo que tratamos de evadirnos de sus luces, es hoy sinónimo de destruir al capitalismo.
“Porque en las calles destruidas y saqueadas de nuestras ciudades de luz no vemos sólo las obvias consecuencias de nuestra rabia , sino la oportunidad de volver a vivir. Ya no tenemos nada más que hacer que instalarnos en esta posibilidad y transformarla en una experiencia viviente: parándonos en el campo de la vida cotidiana, nuestra creatividad, nuestro poder de materializar nuestros deseos, nuestro poder de no contemplar sino transformar lo real. Ese es nuestro espacio vital. Todo lo demás es muerte” – Extracto de un comunicado titulado “Estamos aquí, estamos en todas partes, somos una imagen del futuro” emitido durante la insurrección de Diciembre de 2008 por la asamblea que okupó temporalmente el edificio de la Escuela de Economía y Negocios de Atenas (siglas en griego, ASOEE).
– Por otro lado, y aunque no esté de acuerdo, haciendo un poquito de empatía con lxs minerxs y sus familias, entiendo que, dadas las circunstancias, en que el futuro se derrumba y ya nada parece seguro, cuando ya nadie es capaz de garantizar un periodo de bienestar, al menos a corto o medio plazo, ahora que el miedo a perder lo único que les queda se apodera de la mayoría de personas explotadas (pese a que un gran número sigue buscando refugio en el fútbol, las drogas legales y otras vías de escape del devenir cotidiano que, inevitablemente, a todxs atrapa antes o después) y que, en el caso de lxs minerxs, es la mina… pues joder, yo personalmente no puedo evitar sentir que les entiendo, aunque me joda, aunque no me guste la minería, aunque esté en contra de sus reivindicaciones reformistas (el reformismo también se puede reivindicar con piedras y fuego)… tengo que reconocer que a mí se me parte el alma cuando veo un vídeo y aparece cómo la policía irrumpe al más puro estilo de las SS nazis en los pueblos de la cuenca minera asturiana, apalizando a la gente, disparando gases a niñxs, jodiendo los coches de lxs minerxs para evitar que puedan desplazarse a ayudar a sus compañerxs, registrando sus casas, revolviéndolo todo y llevándose detenidx a quien quieren, y todo para intentar amedrentar a lxs que luchan, minerxs y solidarixs que están a su lado, porque saben que se enfrentan a una revuelta que, realmente, no tiene nada que perder porque lo único que pueden perder, es precisamente aquello por lo que luchan, y si se rinden, lo demás dejaría de tener sentido.
Sin querer hacer comparaciones fuera de lugar, me gustaría remitirme una vez más a aquel Diciembre de 2008, en que lxs jóvenes salvajes de Exarchia gritaron sin miedo:
“No tenemos ilusiones, no tenemos ninguna esperanza. Por eso somos peligrosxs…”
Yo critico varios aspectos de las actuales condiciones en que se desarrolla la lucha minera, y no apoyo todas sus reivindicaciones, pero ¡que me aspen!, yo rompo hoy una lanza a favor de ese colectivo, aunque sólo sea por su valor a levantar la voz por encima del volumen permitido en una sociedad enferma y anestesiada con la Eurocopa, la Tauromaquia y demás ejemplos de pan y circo.
Si cierran finalmente las minas, las revueltas se recrudecerán porque entonces sí que ya no habrá nada que perder, y llegadxs a ese punto quizá la presencia anarquista y/o anti-capitalista sí pueda ofrecer resultados favorables y sea necesaria. Son suposiciones, no puedo predecir el futuro, pero creo que, sea como sea, si les damos la espalda antes de tiempo una vez más nos veremos recluídxs en nuestro gueto sin saber cómo superar sus barreras y lamentándonos porque no logramos que más gente se abra a nuestros planteamientos.
Si finalmente, por el contrario, la peña opta por volver a la mina ante un Estado que, asustado por un posible agravio de la situación, decida ceder, pues… habrá sido en vano una vez más, pero al menos se habrá intentado.
Que el fuego consuma el viejo mundo, que en sus cenizas florezca la semilla de nuestros deseos. Unamos nuestras fuerzas y corazones con lazos que partan de nuestros sueños compartidos, de nuestros sueños incontrolables.
Estamos en guerra…

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